Dignidad del sufrimiento, pintura de hornacina del retablo de Santa Gertrudis de la iglesia del Real Monasterio de San Clemente de Sevilla, atribuida al pintor Valdés Leal[1].
Elena Tealdi[2]
2. Temas e imágenes de la mística de Gertrudis
En algunos casos los agregados del manuscrito de Leipzig[3] describen experiencias místicas que confirman la espiritualidad propia de Gertrudis, reforzando su identidad en una suerte de inversión respecto de la tendencia a asimilarla a Matilde operada por la redactora en los últimos tres libros.
Ejemplificativo de esto es el tema de la veneración de las heridas de Cristo, junto -o en contraste- con el de la veneración del corazón de Cristo mismo. Ruh muestra cómo en el Libro II el objeto de veneración no es jamás el corazón sino la herida del costado del Crucificado, de la cual proviene el sacramento de la salvación: es a la herida, que la monja se arrima y de la cual quiere ser hecha partícipe; es también ahí donde la atención se centra en el corazón, considerado como el lugar de la manifestación del amor de Jesús -que continúa siendo el objeto efectivo de veneración, según las más antiguas representaciones cristianas- o como análogo equivalente a la herida del costado[4]. Resulta, por lo tanto, de especial interés el hecho de que una entera porción de texto que contiene una compleja visión, detalladamente articulada en los momentos, lugares y modos de su manifestación, trate exactamente de la herida, como forma de revelación del amor divino y objeto de contemplación de la fiel, hasta devenir instrumento de conversión y unión amante con Dios, con un léxico capaz de abrazar la entera experiencia sensorial, en una experiencia de amor que, tomando los movimientos de la oración, confluye con un movimiento de circularidad, en la alabanza[5].
A este propósito, es interesante también señalar la ausencia de aquellos pasajes individualizados por Ruh como indicio de asimilación a la teología mística de Matilde, en la forma de la asunción del tema de la veneración del corazón de Jesús y de la verdadera y propia transformación –substancialización- de este último en objeto de culto: no solo, en efecto, resulta ausente el capítulo 23 del Libro II, en el cual Gertrudis habla del corazón divino como óptimo “instrumento” (organum), sino sobre todo aparecen sistemáticamente omitidos los pasajes del Libro III[6] que describen el corazón de Jesús a través de imágenes alegóricas -la lámpara, el tubo de oro- más cercanas a la mística de Matilde que a la espiritualidad simbólica y a la mística del amor de Gertrudis.
No siempre, sin embargo, las diferencias redaccionales parecen acreditar la hipótesis de una mayor relevancia dada a la espiritualidad propia de Gertrudis por sobre los elementos de asimilación a Matilde. En algunos pasajes, en efecto, el manuscrito de Leipzig parece atestiguar una actitud diametralmente opuesta: es el caso de dos interpolaciones presentes en ff. 69v-70v (las tres maneras por las cuales los seres humanos llegan al éxtasis: «arrastrados, llevados, conducidos»[7]) y en 102r-103r (los tres tipos de seres humanos a los cuales se les concede reposar en el divinum reclinatorium, reclinatorio divino[8]), en los cuales la argumentación está confiada a complejas figuras alegóricas, en las cuales resalta la estructura ternaria y la ausencia de aquellos elementos simbólicos, de la naturaleza o alusivos a las Escrituras, propios de la mística de Gertrudis[9].
Continuará
[1] El retablo de Santa Gertrudis de la Iglesia del Real monasterio de San Clemente de Sevilla constituye un conjunto pictórico grandioso, de estilo barroco, fechable en los últimos años del siglo XVII. En el centro se encuentra el gran lienzo de Lucas Valdés, Santa Gertrudis en inspiración, de 1680. Rodeando el cuadro aparecen diversas escenas de la vida y visiones de Gertrudis. Este cuadro, representa a Jesús consolando a la santa y enseñándole la dignidad del sufrimiento. Se clasifica dentro de los motivos eucarísticos, por cuanto se refiere a la comunión de vida con el Señor en el sufrimiento y en la gloria, que es un efecto del sacramento eucarístico. Entre los textos de santa Gertrudis que exponen esta doctrina podemos citar el siguiente: «Tuvo un día una prueba muy evidente de que la privación de alegría en el sufrimiento es aumento de gloria, cosa que ella misma no había comprendido hasta ese momento. En efecto, en uno de los días cercanos a Pentecostés se sintió atormentada con un dolor de costado tan insoportable que las personas que se hallaban presentes, si no hubiesen sabido que ya en otras muchas ocasiones se había curado de semejante dolor, habrían juzgado que era más fácil que muriera ese mismo día antes que sobrevivir. El benigno Amante y el verdadero Consolador del alma se le comunicaba de la siguiente manera: cuando se hallaba desamparada por negligencia de las que la cuidaban, el mismo amoroso y benigno Señor la asistía y con su dulce presencia calmaba su dolor. Pero cuando las enfermeras la atendían con más diligencia, entonces se retiraba el Señor y el dolor arreciaba. De este modo comprendió que cuanto más abandonados estamos de los hombres, más es tenido en cuenta por la divina misericordia. Al atardecer de aquel día, encontrándose afligida por violentos tormentos, pidió al Señor que aliviara su dolor. Entonces, levantando el Señor sus brazos, le mostró que llevaba, como una joya sobre su pecho, el sufrimiento que ella había soportado durante el día. Al ver aquella joya tan perfecta y acabada, sin defecto alguno, esperaba con alegría que, desde ese momento, su dolor sin duda cesaría. Pero el Señor añadió a continuación: “Lo que sufras de aquí en adelante añadirá esplendor a esta joya”» (L III, 3,1).
[2] Elena Tealdi colabora con el Departamento de Ciencias Religiosas de la Universidad Católica de Milán, donde en 2012 ha conseguido un doctorado en historia del cristianismo, cuya tesis ha sido objeto de publicación («Giovanni di Rupescissa, Vade mecum in tribulatione, edizione critica a cura di E. Tealdi, introduzione storica a cura de R. E. Lerner e G. L. Potestà», Milano, 2015). Dirige la colección «Letture cristiani del secondo milenio» (ediciones Paulinas) y es docente de religión.
[3] Continuamos publicando la traducción de las actas Congreso: “LA “DIVINA PIETAS” E LA “SUPPLETIO” DI CRISTO IN S. GERTRUDE DI HELFTA: UNA SOTERIOLOGIA DELLA MISERICORDIA. Atti del Convegno organizzato da Istituto Monastico della Facoltà di Teologia Pontificio Ateneo Sant’Anselmo, Roma, 15-17 novembre 2016. A cura di Juan Javier Flores Arcas, O.S.B. - Bernard Sawicki, O.S.B., ROMA 2017”, Studia Anselmiana 171, Pontificio Ateneo S. Anselmo, Roma 2017. Cfr. el programa del Congreso en esta misma página: http://surco.org/content/convenio-divina-pietas-suppletio-cristo-santa-gertrudis-helfta-una-soteriologia-misericordia. Traducido con permiso de Studia Anselmiana y de la autora, por la Hna. Ana Laura Forastieri, ocso.
[4] Cf. Ruh, Storia della mistica occidentale, vol. II, p. 332, con referencia a los capítulos 5 y 9 del Libro II.
[5] Así se lee en ff. 79v-80r: «Cum vero legeritur XV Pater noster in honorem sanctissimorum quinque vulnerum Domini apparuit Dominus queque dulcifluorum vulnerum suorum preclara monilia roseo nitor vernancia ipsi prebens ad osculandum tam carne a tamque retinencia ac si eodem die dominico corpori suo infixa essent. Nocte gloriosissime resurrectionis ante matutinas apparuit rex glorie, rex insignis victorie melliflua vulnera sua iterum sibi prebens deosculanda. Que dum illa cum magna devocione et gratitudine deoscularetur incidit menti ipsius desiderium conficiendi proposse suo tam prenobile ungentum quo condigne perungere posset eadem vulnera sacrosancta. Unde ad hoc perficiendum proposuit omni delectationi sensuum suorum voluntarie ab renunciare quasi in confectionem unguenti ad limendum predicta floriera vulnera salvatoris. Verbi gratia: si omnem delectationi oculorumque in amenitate omnium colorum et flore tocius mundialis vernancie haberi vel desiderari potest omnem que suavitatem organicorum canticorum dulciter resonantium melodyarum universorum que contentuum sonoritatem quibus humanis demulciri solet auditus nec non ceterorum sensuum suorum voluptatem affluentissime posset habere libentissime vellet abdicare ut ex tali delectamento quinque sensuum suorum quinque vulneribus Domini suavius prebere posset ungentum. Cum vero hiis intenderet Dominus subiunxit: “Numquam mihi suavius ungentum exhibere posses quam ut vulnera mea in temetipsa foveres”. Quod cum illa nondum spiritualiter intelligeret et ad hoc perficiendum se aptaret hunc percepit intellectum quod videlicet exempla Domini sui specialius in quinque sensibus ob reverenciam quinque vulnerum imitari studeret scilicet ut omnibus temptacionibus inimici resistendo viriliter eas omnino in se devincere laboraret. Deinde ut sanctis ac perfectis affectionibus summopere studeret in vigilare. Post hec ut nullum omnino malum opus admitteret hinc etiam predicti gratiam virtutum honestate conversationi suam perornaret. Postremo autem ut sicut Filius Dei omnibus horis ardenti fervore laudem Dei Patris incessanter desiderabat sic etiam ipsa sine intermissione cum amatoria gratitudine intimi cordis sui laudem divinam ardenter desideraret». N. de T.: «Mientras se recitaban quince padrenuestros en honor de las cinco santísimas llagas del Señor, se apareció el Señor ofreciéndole Él mismo la joya gloriosa de sus dulcísimas llagas (que resplandecían) con un brillo rojo primaveral, tanto para que las besara en la carne como para que también las retuviera en su memoria, como si ese mismo día domingo hubieran sido impresas en su cuerpo. La noche gloriosísima de la Resurrección, antes de Maitines, se apareció el Rey de la gloria, rey con la insignia de la victoria: su meliflua llaga, presentándosela de nuevo para que la besara. A lo que, mientras ella la besaba con gran devoción y gratitud, vino a su mente el deseo suyo de proponerse preparar un ungüento tan magnífico, con el cual pudiera ungir de modo digno dicha herida sacrosanta. Por lo cual, para realizar esto, se propuso renunciar voluntariamente a todas las delectaciones de sus sentidos, para así confeccionar los ungüentos para vendar la predicha llaga florida del Salvador. Por ejemplo, que todas las delectaciones de los ojos, en el encanto de todos los colores y las flores primaverales de todo el mundo, que pudiera tener o desear, y toda la suavidad de las melodías de los cantos y de los instrumentos del universo, que resuenan dulcemente y que contienen la sonoridad que suele halagar los oídos humanos, sin omitir el deleite abundantísimo de los demás sentidos, que pudiera tener, con toda libertad querría renunciarlos para poder ofrecer, por dicho deleite de su cinco sentidos, un ungüento para las cinco llagas del Señor. Cuando dirigía su atención a esto, el Señor añadió: “Nunca podrás presentarme ungüento más suave que cuando conservas mi herida en ti misma”. Con lo cual ella entendió espiritualmente no otra cosa sino que, para realizar esto, debía hacerse apta para comprender lo siguiente: que debía esforzarse en imitar los ejemplos del Señor, especialmente en sus cinco sentidos, en honor de las cinco llagas; para que, resistiendo en todas las tentaciones del enemigo con fortaleza viril, trabajara en vencerlas completamente en sí misma. Y para ello, que se esforzara en vigilar que sus afectos santos y perfectos tendieran a los bienes de arriba. Luego, que no admitiera absolutamente ninguna obra mala en esta vida; y también, que se adornara de la predicha gracia de la virtud honesta en sus conversaciones. Finalmente que, así como el Hijo de Dios deseaba incesantemente, en todo momento, con ardiente fervor, la alabanza de Dios Padre, así también ella misma, deseara ardientemente, sin intermisión, con amante gratitud, en lo íntimo de su corazón, la alabanza divina».
[6] 25,1; 26,1-2; 30,1; 66,1. Cf. Ruh, Storia della mistica occidentale, vol. II, p. 333.
[7] «Cumque hiis die illo et sequenti memoriam gereret occupatam in nocte sanctorum innocentium cum ante matutinum longam horam duxisset insompnem Dominus predicte visioni hec adiecit intellectui. Omnis qui per memoratum ascensum nituntur triplici modo perveniunt primi trahuntur, secundi portantur, tertii ducuntur et sicut qui trahitur nichil arbitrio innititur sed totus est in potestate trahentis. Sic eciam ille qui portatur licet suaviter a labore itineris relevetur, ille autem qui ducitur pro suo arbitrio nunc quasi ad colligendas flores precedere nunc vero consistere potest ad media caritate constrata propter filias Ierusalem. Per primos enim qui trahuntur significari videntur hii qui multis temptacionibus ac tribulacionibus exercentur, per quas ad Dominum ire compelluntur, sicut dicit beatus Gregorius: “Mala que nos hic premunt ad Dominum nos ire compellunt”. Per secundos vero qui portantur notari videntur hii qui tantam interne suavitatis crebro consecuntur affluenciam quid quantumcumque seviat tribulatio seu adversitas corporalis nunquam se putant derelictos scientes scriptum. Cum ipso sum in tribulacione memoresque Domini iugum, sicut ipse dicit, suave est et onus eius leve, dicunt cum Apostolo: “Omnia possum in eo qui me confortat”, quia amore dilecti leve inmo predulce sibi reputant quidcumque laboris inmineat aut doloris. Per tercios qui dicuntur signari videntur illi qui in omni sibi proposito voluntarie semper id quod sibi gravius est eligunt adiuvantes quodammodo super se gravatam manum Domini et hoc sibi estimantes consolacionem ut affligens eas dolore non parcat, scientes quod presens tempus non est gaudii sed meroris, et hoc tutissimum esse iter ut sequantur Filium Dei qui pertransiit benefaciens, non habens, ut ipse dicit, quo caput suum reclinaret, idest quo corporale gravamen alleviaret; ad hoc solum in omni tribulatione respicientes, quod quantoquis in presenti seculo communicaverit passionibus Christi tanto illi similior constituetur in gloria». N. de T.: «Y como aquel día y los siguientes trajera ocupada la memoria en la noche de los Santos Inocentes, puesto que antes de maitines hubiera pasado largo rato sin dormir, el Señor añadió esto a la predicha visión, para su comprensión: “Todos los que se esfuerzan en ascender por la memoria lo consiguen de tres modos: primero, siendo arrastrados, segundo siendo llevados, tercero siendo guiados. Y según (esto), sobre quien es arrastrado no recae arbitrio alguno, sino que todo depende de la potestad del que lo arrastra. Así como, por tanto, aquel que es llevado, con razón es aliviado suavemente del esfuerzo del camino. Pero aquel que es conducido por su propio arbitrio, puede tanto, avanzar como si juntara flores, como detenerse constreñido por medio de la caridad, en favor de las hijas de Jerusalén. Por el primero, es decir los que son arrastrados, parece significarse aquellos que son ejercitados en muchas tentaciones y tribulaciones, por las cuales son empujados a ir hacia Dios, según dice san Gregorio: “Las cosas malas que aquí (en la tierra) nos oprimen, nos empujan hacia Dios”. Por los segundos, quienes son llevados, parecen denotarse aquellos que frecuentemente obtienen la afluencia de tanta suavidad interior, que en todo aquello en que la tribulación o la adversidad corporal aprovechan, jamás se consideran abandonados, sabiendo lo que ha sido escrito. Cuando esos mismos están en la tribulación, recordando que el yugo del Señor, como Él mismo dice, es suave y su carga liviana, dicen con el Apóstol: “Todo lo puedo en Aquel que me conforta”, porque por amor a su Amado consideran, no solo leve, sino también dulcísimo, cualquier trabajo o dolor que les sobrevenga. Por los terceros parece que se quiere significar aquellos que, en todo propósito, siempre eligen voluntariamente para sí lo que es más gravoso, siendo ayudados de cierto modo por la mano del Señor, que pesa sobre ellos; y consideran esto como un consuelo para sí mismos, afligiéndose, mientras el dolor no los abandone; conscientes de que el tiempo presente no es de gozo sino de lamento, y que esto ha de ser plenamente beneficioso para todo aquel que transite el camino de seguimiento del Hijo de Dios; no teniendo, como Él mismo dice, en dónde reclinar su cabeza, es decir: en qué aliviar el peso del cuerpo, miran solo a esto en toda tribulación; ya que, cuanto más, en la presente vida, hayamos participado con Cristo en su pasión, tanto más semejantes a Él seremos constituidos en la gloria».
[8] «Die sancti Stephani cum inter responsorium de torrente gratias Deo persolveret pro beneficiis ante aliquod annos eodem die sibi collatis in ostensione ascensus purpurei aureique reclinatorii addidit Dominus eciam vice illa dans intellectum quod tribus generibus hominum datur pausari super predictum reclinatorium illud preexcellentissimum. Primum etenim sunt qui a Deo delicati inveniuntur in gratia Dei quod in nullo magis delectari se sentiunt quam vacare et videre quam dulcis est Dominus et hii quasi lacte suavitatis potati ab uberibus consolationis Domini clamant cum propheta: Michi autem adherere Deo bonum est, ponere in Domino Deo spem meam. Secundi vero longius ad perfectiora progressi toto studio incumbunt laudi divine ob ipsius quem diligunt amorem, zelo animarum in tantum estuantes quod parum iudicant eciam sibimetipsis quandoque moras quiete contemplacionis interrumpere ut eo fructuosius lucrentur laudem divinam et animarum profectum quibus Dominus solita sibi pietate vicem rependens curas sollicitudinum ipsorum repentinis intillationibus dulcedinum intercidit et sic tota vita illorum in laudem Dei et proprium profectum felicissimis vicissitudinibus dispensatur. Tertium autem sunt qui quamvis internis carentes consolacionibus toto tamen studio, famulatui divino fideliter instant et hii quod in talibus prestare possunt sustentatione aurei reclinatorii adiuvantur. Hinc inter missam cum pro modulo suo ad susceptionem communionis se prepararet apparuit ipsa sibi in supradicto ascendu purpureo quasi tardioribus gressibus procedere et post paululum obvium habuit iuvenem quendam valde amabilem indutum tunica deaurata que rubeo colore superlinita videbatur. At illa cum vestis illius significationem perquireret, tale accepit responsum: “Aureus iste color signat immortalitatem meam. Unde totus sum impassibilis; sed superlinitus color rubens monstrat compassionem qua amore conpellente in omnibus passionibus tam corporis quam spiritus tui amicissima affectione conpatior tibi”. Et adiecit iuvenis: “In vicem michi –ait– sustentacione mea facilius ascensum istum peragere possis omne me labore relevans”. Amica confabulatione subintulit: “Nonne attendisquam morose procedam tibi condescendendo? Ergo iustum est si quando longiores passus fecero, secundum naturam meam de qua scriptum est: Exultavit ut gygas ad currendam viam, tu mecum festinare non rennuas quia impellit me desiderium producendi te ad pulchritudinem requie ad quam properamus”. Verbi gratia. Quod iuvenis asseruit se moro? Ipsa procedere innuit quod Dominus quandoque humane infirmitati condescendens initioribus castigationibus expurgat sicut in ipsa vice illa manifestius apparuit et quod predixit de longioribus passibus premonuit eam ad perferenda graviora. Hinc iuvenis subiunxit: “Recole quomodo per omnem moram infirmitatis istius visitatione gratie mee te relevaverim dum per singulos dies festos quasi in medio ascensus istius tibi obvians cum vernancia multiformium florum te michi tamquam ad lusum feci consedere, ut sic post pausationem alacrius procedere posses”. Verbi gratia: cum per totam septimanam ex infirmitate a divinis impediretur continue in diebus festis cum ad susceptionem dominici sacramenti anhelaret in tantum confortata videbatur quod isque post plenam celebrationem divini officii quantumcumque laboraret nunquam aliquam debilitatem sive infirmitatem persensit». N. de T.: «El día de san Esteban, cuando, durante el responsorio, tributaba ardientemente gracias a Dios por los beneficios recogidos desde hacía algunos años en ese mismo día (de san Esteban), al mostrársele (la visión) de la rampa purpúrea y del reclinatorio de oro, también el Señor añadió esta vez la comprensión de que a tres géneros de hombres les es dado posarse sobe aquel predicho reclinatorio supereminente. Y así, el primero son los que se hallan tan dedicados a Dios, por gracia de Dios, que en nada sienten que se deleitan más que en vacar y experimentar qué dulce es el Señor; y estos, como sumergidos en la leche de la dulzura, claman por las abundantes consolaciones del Señor, como el profeta: “Para mí lo bueno es adherir a Dios, poner mi esperanza en el Señor Dios” (Sal 72,28). El segundo son aquellos que, anhelando progresar hacia las cosas más perfectas, se dedican con todo su esfuerzo a la alabanza divina de ese mismo a quien eligen amar; en tanto que, ardiendo en celo de las almas, juzgan demasiado poco para sí, toda vez que deben interrumpir el ocio tranquilo de la contemplación, pues con eso ganan abundante alabanza divina y aprovechamiento de las almas. A estos el Señor, por piedad, suele a su vez devolverles los cuidados de su solicitud, concediéndoles, en medio de los mismos, repentinas destilaciones de dulzura. Y así, toda la vida de ellos se ordena entre la alabanza de Dios y su propio aprovechamiento, en felicísima alternancia. El tercero son los que, aun careciendo de consolaciones interiores, sin embargo se apresuran fielmente, con toda dedicación, en el servicio divino; y estos que en tal condición pueden mantenerse firmes, son ayudados por el reclinatorio de oro. Por lo tanto, durante la misa, cuando a su pequeño modo se preparaba para recibir la comunión, se apareció ella misma en la predicha rampa purpúrea, como si avanzara con pasos más lentos; y después de una pausa muy breve, se encontró con un joven muy amable, que parecía como vestido con una túnica dorada, que parecía como cubierta por encima de color rojo. Como ella preguntara por el significado de aquella vestidura, recibió esta respuesta: “Este color dorado señala mi inmortalidad, por la cual soy totalmente impasible; pero el color rojo que lo recubre, muestra la compasión, por la cual, empujado por mi amor, en todo lo que padeces tanto en el cuerpo como en el espíritu, por tu cercanísimo afecto, yo me compadezco de ti”. Y el joven agregó: “En cambio para mí -digo- mi fuerza puede hacerme fácil esta subida, relevándome de todo esfuerzo”. Por esta conversación, su amiga entendió: “¿No te atiendo cuando, condescendiendo contigo, avanzo lentamente? Por lo tanto, es justo que cuando haga pasos más largos según mi naturaleza, de la cual está escrito: ‘Exultó como un gigante al recorrer el camino’ (Sal 18,6), tú no rehúses apresurarte conmigo, puesto que me impele el deseo de conducirte a la belleza del reposo hacia el cual nos dirigimos. ¿Qué joven -por ejemplo-, afirmaría hacer esto?”. Ella misma intuyó que se le mostraba que el Señor, cada vez que, condesciende con la debilidad humana, purifica con castigos a los que se inician, así como en ella misma, aquella vez, apareció manifiesto, y lo que predijo acerca de los pasos más largos, la persuadió a preferir las cosas más duras. Por lo tanto, el joven agregó: “Considera cómo, por toda la duración de esta enfermedad, por medio de la visita de mi gracia te había revelado cómo, en los días festivos especiales, saliendo a tu encuentro en medio de esta rampa, con variedad de flores multiformes, hice como que me sentaba para jugar contigo, para que así, después de una pausa, pudieras avanzar animosamente”. Por ejemplo, cuando por toda la semana, a causa de la enfermedad, se hallaba de continuo impedida para las cosas divinas, en los días de fiesta, cuando anhelaba ser reconfortada un poco para recibir el sacramento del Señor, parecía que hasta después de la total celebración del oficio divino, por más que se esforzara mucho, nunca sentía debilidad o enfermedad alguna».
[9] Sin embargo, se recuerda que en el mismo Libro II se entrevén huellas de un influjo más claro de Matilde (o de la monja N) sobre Gertrudis, sin que estos deban cerrar la atribución de los pasajes a Gertrudis misma; la circularidad entre las monjas del relato de sus respectivas experiencias místicas, articulado en la restitución de una inteligibilidad, y por lo tanto, de una investidura retórica adecuada, se confirma, así, decisivamente más complejo que la simple yuxtaposición entre narradora y escritora, mística y redactora. Véase a este propósito el ejemplo reportado por Ruh (y presente también en el manuscrito de Leipzig) del capítulo 9 del Libro II (Héraut II, pp. 268-272), en el cual emergen los elementos alegóricos y la respectiva explicación propia de la teología de Matilde, si bien se encuentran en el libro escrito directamente por Gertrudis (cf. Ruh, Storia della mistica occidentale, vol. II, p. 340): «Pretendebat enim ex parte sinistri lateris sui quasi ex benedicti Cordis intimo quandam emissionem fluvii cristalline puritatis simul et soliditatis, qui progrediens venerabile pectus illius in modum monilis tegebat et perspicuus videbatur aureo colore et roseo, qui alternatim inter se vario modo ponebantur. Inter que Dominus subintulit: “Infirmitas qua nunc laboras, animam tuam in hoc sanctificavit, ut quandocumque mei causa cogitationibus, verbis et factis aliis condescendis, nunquam longius a me progredieris quam tibi in fluvio isto demonstratum est. Et sicut color iste aureus et roseus nitet per crystallinam puritatem, sic cooperatio auree divinitatis mee et perfectio pacientie rosee humanitatis mee per omnem intentionem tuam placebit”. O dignitatem minuti illius pulveris, quem illa principalis gemma celestium nobilitatum de luto platearum sibi ad superponendum assumit! O excellentiam exigui illius flosculi, quod ipse etiam solaris radius de locis palustribus sibi attrahit quasi ad collucendum! O beatam beatitudinem beate illius et benedicte anime quam Dominus maiestatis tante dignitatis estimat, qui quamvis sit omnipotens creando, tamen fecit animam, animam, inquam, licet ymagine et similitudine ipsius decoratam, tantum tamen distantem a se quantum creatura distat a Creatore! Et ideo millesies beata cui datur persistere in tali statu, in quo heu! ego, ut mihi timeo, nec ad momentum quidem unquam perstiti; sed exopto ut divina clementia donum gratie qualiscumque mihi indulgeat mentis ipsorum quos per tam morosa tempora, ut spero, in tali statu conservavit» (ff. 48v-49v). N. de T.: «Se derramaba por la parte de su lado izquierdo, como de lo íntimo de su bendito corazón, la emisión de cierto río de pureza y solidez a la vez, como de cristal; el cual, extendiéndose por aquel venerable pecho, lo cubría al modo de un collar, y parecía transparente, de colores dorado y rosáceo, que variaban entre sí de modo alternativo. Durante lo cual, el Señor le inspiró: “La enfermedad que ahora padeces ha santificado tu alma en esto: que toda vez que por mi causa condesciendes con otros en pensamientos, palabras u obras, nunca te apartarás de mí tan lejos como se te ha mostrado en este río. Y así como este color dorado y rosado brilla por su pureza cristalina, así la cooperación áurea de mi divinidad y la perfección de la paciencia rosada de mi humanidad se complacerán en todas tus intenciones”. ¡Oh dignidad de esa ínfima mota de polvo, a la cual aquella perla principal de nobleza celestial tomó del barro de las calles a sí! ¡Oh excelencia -por tanto- de aquella diminuta florecilla, a la que el mismo rayo de sol atrajo a sí, desde el lugar cenagoso, para hacerla resplandecer! ¡Oh aquella bienaventuranza dichosamente feliz, y bendita el alma a la cual el Dios de la majestad estima en tanta dignidad que, así como fue omnipotente para crear, hizo también el alma, un alma ciertamente decorada con su propia imagen y semejanza, pero tan distante de sí cuanto la creatura dista del Creador! Y por lo tanto, mil veces feliz aquella a la cual le es dado perseverar en tal estado, en el cual yo -¡ay, me temo!- ni siquiera por un momento, jamás permanecí. Pero anhelo ardientemente el don de la gracia: que la divina clemencia se compadezca de mí por la memoria de aquellos mismos a los que por tan largo tiempo -así espero- en dicho estado (la gracia) los conservó».