Santa Gertrudis ofreciendo su corazón a Cristo crucificado, óleo sobre tela, Nicolás Rodríguez Xuárez,
Museo Regional del Querétaro, México.
Bernard Sawicki, OSB[1]
2.2. Dulzura
No obstante la multisensorialidad del ardor, antes mencionada[2], en los escritos de santa Gertrudis están también muy presentes las metáforas sensoriales, especialmente, para referirse a la dulzura. Las imágenes de santa Gertrudis entretejen varios aspectos de la vida, que hacen también a la experiencia estética. Lo mismo ocurre con los textos de la Filocalia. Pedro Damasceno identifica con la dulzura, las virtudes dignas de admiración, cuyo recuerdo y dulzura da placer a su corazón[3]. La dulzura del corazón es uno de los signos de la adquisición de las virtudes, junto con la mansedumbre, la paz, la falta de cólera, la tranquilidad, la plenitud de la misericordia y la alegría[4]. Macario el Egipcio, si bien no hace referencia directa a la dulzura, habla de «la bondad de los pensamientos y misterios divinos» y de «las flores de ambas Escrituras»[5], que se llevan «en la punta de la lengua»[6].
Jesús le habla a santa Gertrudis de «la incoercible ternura [dulzura] de mi amor»[7] y la pone «en la apertura del Corazón divino», para que pueda «extraer de él con más facilidad los sorbos de la dulzura y el consuelo que derrama sin interrupción a borbotones, el ímpetu del amor divino para todos los que lo desean»[8]. Santa Gertrudis, por su parte, habla de «la desbordante dulzura de la riqueza divina»[9], dice que Jesús no puede «contener la desbordante afluencia de [su] dulzura»[10]. «La inefable dulzura» del amor divino está contenida en todo lo que fue escrito en el libro de Gertrudis[11]. Una corriente de «alabanza y acción de gracias […] fluye dulcemente del amor increado, y refluye hacia [Él], de manera inconcebible a criatura alguna»[12]. Santa Gertrudis estaba acostumbrada recibir de Jesús «la manifestación de tus familiares y amantísimas caricias, todos estos dones en los que me permitiste experimentar dulzuras espirituales, más agradables que todas las que, creo, pudiera encontrar en las cosas materiales»[13]. El Señor declara haber «inclinado [hacia Gertrudis], de manera conmovedora, todo el gozo de [su] divino corazón»[14]: «la dulzura de mi divino Corazón se derrite al calor del corazón de ella y destila permanentemente en su alma»[15]. Conociendo los secretos juicios del divino Corazón, santa Gertrudis experimenta pruebas tan dulces del amor de Jesús, que «si ignorase la abismal y desbordante afluencia de tu benignidad [dulzura], me sorprendería al considerar que solo a tu Madre prodigaste por encima de toda otra criatura, el afecto de la más sublime ternura [dulzura], a ella que reina contigo en el cielo»[16]. La dulzura parece ser medida por la intensidad del esplendor de la gloria. Para tener alegría de conocer el misterio del amor, Jesús invita a santa Gertrudis a acercarse a Él y a experimentar, no por medio de la vista, sino del gusto, la dulzura de este maná escondido[17].
La dulzura no es solo el efecto, sino también el modo como Jesús actúa. Gertrudis reconoce su «natural mansedumbre y benignidad [dulzura], para atraer […] con dulcísima ternura mi indomable corazón, que había merecido ser sujetado con cadenas de hierro»[18]. Refiriéndose a los árboles del paraíso, santa Gertrudis describe los frutos del «árbol del amor». Junto a los frutos de corteza dura y amarga, hay manzanas y frutos gustosísimos, para hacerle comprender que «el amor de los enemigos debe intercalarse con la dulzura del amor de Dios, por el que uno debe estar incluso preparado a soportar la muerte por Jesucristo»[19]. La dulzura acompaña también la acción de Jesús hacia los lectores del libro de santa Gertrudis. La alusión erótica es evidente: «Yo penetraré y una vez penetrado haré fecundas con la dulzura de mi amor divino todas las palabras de este libro que ahora se me ha ofrecido»[20].
Los ejemplos del uso de las imágenes de la dulzura arriba presentados, son solo una parte de los que se encuentran en la Filocalia y en El Mensajero de la Ternura Divina de santa Gertrudis, porque, en las secciones precedentes a esta reflexión, los hemos presentado en el contexto de otras varias metáforas que implicaban también la dulzura. Todo análisis es una intervención artificial, que no puede tomar en consideración el fenómeno en su conjunto. Sin embargo, al distinguir el tema de la dulzura, hemos querido mostrar su importancia para el imaginario y la poética de los dos textos aquí analizados. Este tema, aplicado al discurso espiritual, no es otra cosa que un paso delicado, pero importante, de la experiencia sensible a la teológica. Así, las dos tradiciones de las que hablamos, resultan de una antropología integral.
3. En búsqueda de los rasgos comunes
Después de haber analizado, en la primera sección, la especificidad de los temas de base presentes en los tres textos que nos ocupan (temas clave), y después de la presentación, en la sección precedente, de los dos temas comunes a la Filocalia y al Mensajero, se puede pensar en un resumen de las reflexiones hechas hasta ahora, para encontrar, tal vez, una plataforma común a los tres textos en análisis.
Para probar las constataciones ofrecidas en estos puntos, miraremos a continuación algunos motivos «kenóticos» presentes en los tres textos que estudiamos, con la esperanza de poder arribar a una visión «kenótica» común a estas tradiciones, que quizás pueda enriquecer nuestra práctica espiritual moderna, frecuentemente muy perpleja ante los desafíos que exigen una actitud kenótica.
Continuará
[1] Monje de la Abadía Benedictina de Tyniec (Cracovia) en Polonia, licenciado en teoría de la música y piano; doctor en teología. Entre los años 2005-2003 fue abad de Tyniec. De 2014 a 2018 fue coordinador del Instituto Monástico de la Facultad de Teología del Pontificio Ateneo San Anselmo en Roma.
[2] Continuamos publicando aquí la traducción íntegra de las actas del Congreso: «SANTA GERTRUDE LA GRANDE, “DE GRAMMATICA FACTA THEOLOGA”. Atti del Convegno organizzato da Istituto Monastico della Facoltà di Teologia Pontificio Ateneo Sant’Anselmo, Roma, 13-15 aprile 2018. A cura di Bernard Sawicki, O.S.B., Ruberval Monteiro, O.S.B., ROMA 2019», Studia Anselmiana 178, Pontificio Ateneo S. Anselmo, Roma 2019. Agradecemos el permiso de Studia Anselmiana. Tradujo la hna. Ana Laura Forastieri, OCSO. Cfr. el programa del Congreso en: http://surco.org/content/congreso-santa-gertrudis-grande-grammatica-facta-theologa
[3] Filocalia III,220 Pedro Damasceno, Veinticuatro discursos, Cuarto discurso (la traducción del italiano es mía, N. de T.).
[4] Cf. Filocalia IV,84 Nicetas Stethatos, Primera Centuria 17 /IV,396 (la traducción del italiano es mía, N. de T.).
[5] Antiguo y Nuevo Testamento (N. de T).
[6] Filocalia III, 324-325 Macario el Egipcio, Paráfrasis de Simeón Metaphratos, 88 (la traducción del italiano es mía, N. de T.).
[7] L I 14,5; en MTD I, 119. La versión castellana de El Mensajero de la Divina Ternura no siempre traduce con la palabra «dulzura» las citas apuntadas por el autor. Por consiguiente, ha debido hacerse algún ajuste en las citas para mantener el sentido de lo que el autor está exponiendo o bien se ha apuntado la palabra «dulzura» entre corchetes, cuando la traducción utilizaba otro sinónimo, como benignidad, bondad, suavidad o ternura (N. de T.).
[8] L IV 4,4; en MTD II, 35.
[9] L II 9,3; en MTD I, 161.
[10] L II 16,4; en MTD I, 179.
[11] L V 33,1; en MTD II, 421.
[12] L II 3,3; en MTD I, 141-142.
[13] L II 23,18; en MTD I, 208.
[14] L I 3,3; en MTD I, 76.
[15] L I 3,6; en MTD I, 78.
[16] L II 23,8; en MTD I, 204-205.
[17] «El dulce secreto que se realiza entre nosotros debe permanecer oculto a quienes se apartan de mí; pero si tú quieres experimentar la dicha de conocerlo, acércate y experimentarás, no viendo sino gustando a qué sabe ese maná escondido» (L III 18,18; en MTD I, 274).
[18] L II 20,9; en MTD I, 191.
[19] L III 15,2; en MTD I, 253.
[20] L V 34,1; en MTD II, 422.