Categoría:
Historia de SURCO
En la Abadía benedictina del Niño Dios, Victoria (Entre Ríos), Argentina, tuvo lugar del 18 al 23 de noviembre ppdo., la quinta reunión anual de la Conferencia de comunidades monásticas del Cono Sur. Asistieron 17 superiores y delegados de 10 comunidades benedictinas, cistercienses (trapenses) y de la Fraternidad de la Virgen de los Pobres, provenientes de Chile, Argentina y Uruguay.
El tema de la reunión versó sobre la Pobreza y actitud de los monjes y de las comunidades ante el desarrollo latinoamericano, aplicando así a la vida monástica los principios formulados por los obispos del continente en Medellín (1968) y por la Confederación Latinoamericana de Religiosos en Santiago de Chile (1969).
A lo largo de la semana se fueron estudiando los distintos aspectos de la situación actual, por medio de ponencias y grupos de discusión. El presente informe intenta bosquejar las exposiciones de los diversos aspectos del tema y sintetizar las ideas más enriquecedoras que surgieron a lo largo de los debates.
PRIMERA JORNADA: 18 de noviembre
Comenzó la sesión de la mañana con unas breves palabras introductorias del Presidente de la Conferencia, P. Pedro E. Alurralde. Expresó su agradecimiento ala comunidad del Niño Dios y manifestó sus anhelos de que la temática de estos días se encontrara imbuida del espíritu de las Bienaventuranzas. Pasó luego a detallar los horarios de trabajo de la jornada y acto seguido, previa consulta a los interesados, designó como Secretarios de la semana al P. Bernardo R. García de la Abadía de San Benito de Buenos Aires y al Hno, Bernardo Olivera del Monasterio de Nuestra Señora de los Ángeles en Azul.
El nuevo Prior del Monasterio de las Condes, Chile, P. Eduardo Lagos, presentó una visión sucinta de los génesis de la Pre-Congregación Benedictina para el Cono Sur. Detalló los contenidos de la primera y segunda circulares enviadas durante los años pasados e informó sobre los trabajos efectuados en Roma, juntamente con el Padre Pedro E. Alurralde, Prior de Los Toldos, en el reciente Congreso de Abades. Aseguró que por parte de los Abades Generales de los distintos monasterios del Cono Sur no habría ningún inconveniente en la delegación de los poderes correspondientes en la persona del futuro Presidente de la Pre-Congregación. Es más, hizo saber que la Congregación de Religiosos alentaba la consecución del proyecto e igualmente el Abad Primado.
Enumeró a continuación algunos de los objetivos a concretar durante la Semana en curso haciendo resaltar entre ellos el grado de participación de los Monasterios femeninos como así también los poderes a ejercer por las diversas autoridades de la Pre-Congregación. Dado que se designó un Secretariado especial para todo lo concerniente a la misma, excluimos del presente informe las sesiones que se le dedicaron.
- Ponencia de la Comunidad del Niño Dios: Pobreza Evangélica
El Abad del Niño Dios, P. Eduardo Ghiotto, previa delimitación del tema a desarrollar, planteamiento del problema y metodología a seguir -distinción entre “mensaje” y “condicionamiento histórico, cultural, etc.-, enmarcó la temática de la pobreza evangélica con sus raíces veterotestamentarias en un doble conjunto de relaciones tripartitas.
El siguiente esquema ofrece una visión de las mismas:
A. Antiguo Testamento: relaciones y enseñanzas
1. Relación entre los pobres y los bienes materiales (relación hombre- mundo)
La enseñanza es clara, la creación es buena y está al servicio del hombre.
2. Relación entre los pobres y los ricos (relación hombre-hombre)
Se trata de una relación un poco más compleja, debemos distinguir tres períodos históricos evolutivos:
a) Período nómada y de principios de sedentarización en el que no hubo grandes desniveles sociales.
b) Periodo monárquico que podríamos llamar época de la “Revolución Social”, caracterizado por el surgimiento del débil y el pobre a causa de la estratificación de la sociedad. La Ley y los Profetas salen en defensa de los oprimidos.
c) Período del exilio o de “espiritualización”. La actitud de pobre es una actitud de relación con Yahvé. Este es protector del “anawim”.
Y de aquí es donde debemos partir para la consideración de la tercera relación.
3. Relación entre los pobres y Yahvé (relación hombre-Dios). Yahvé es la herencia del necesitado, es por ello que éstos precisamente son los verdaderos privilegiados. El tema del “Resto” pasa a ser identificado con el de los pobres (cf Sof 2,3; 3,11-13).
Paralelamente a esta corriente espiritual de la pobreza, existe otra de aspecto negativo, la plasmada en la literatura Sapiencial: paraleliza pobreza y pereza.
B. Nuevo Testamento: relaciones y enseñanzas
1. Relación entre los pobres y los bienes materiales (relación hombre-mundo) concretada en los textos de desprendimiento.
Se propone un desprendimiento de los bienes a fin de seguir a Cristo, se trata de una exigencia fundamental y universal, de orden más bien preceptual que de consejo.
La conversión que nos vuelve tras los pasos del Maestro nos lleva al desprendimiento a fin de que florezca la “Koinonía”.
2. Relación entre los pobres y los ricos (relación hombre-hombre)
Según el mensaje de los textos lucanos, Jesús simpatizaba poco con los ricos. Lucas parece indicar una cierta obligatoriedad del desprendimiento. Nos indica que además de estos bienes hay “algo más”.
En esta misma línea se colocan los pasajes de Santiago (cáp. 5,1-5) en los que la riqueza es puesta al lado de la injusticia.
3. Relación entre el pobre y Dios (relación hombre-Dios)
Se centraliza en el espíritu de las Bienaventuranzas. Dios elige lo más débil para confundir a los fuertes.
A modo de conclusión. el Padre Abad Eduardo, puntualizó lo siguiente: La pobreza evangélica nos lleva a un ordenamiento de las distintas relaciones mencionadas bajo todos los aspectos en que ellas se presentan.
Debate sobre la Exposición
Resulta difícil sintetizar las preguntas y opiniones suscitadas por el tema, debido especialmente, a la riqueza de las mismas. Sin embargo, se podría decir que la discusión se enfocó sobre tres aspectos básicos.
Ante todo se quiso dar mayor relieve al hecho de que el dominio del mundo, jerarquizado por Cristo en el Nuevo Testamento, debía traducirse para nosotros, aquí y ahora, como una recta e inteligente utilización de los bienes; y todo esto en una constante actitud de libertad.
Se pidió al expositor si podría concretar una respuesta al interrogante: Pobreza ¿consejo o precepto? Explicó que, siguiendo a muchos exégetas modernos, se debía considerar la pobreza como un valor cristiano de índole preceptual que debe ser vivido por todo cristiano según su propia vocación. El religioso se compromete por sus votos a una mayor radicalización de este valor. Si bien no hay textos explícitos de la pobreza como precepto, podemos, sin embargo, constatar que se trata de una “actitud evangélica” asumida por los cristianos desde los primeros siglos.
Por último, se hizo notar que la metodología de acercamiento al tema -y no sólo de éste sino también la de todas las otras jornadas- debía partir, además de la doctrina, de aquello que ya hay en el hombre.
Muchas veces la Palabra de Dios más que un mandamiento es una confirmación de aquello que El mismo ha puesto en el hombre. La doctrina o enseñanza objetiva es necesaria debido a la ceguera del hombre motivada por su situación de pecado; esta misma situación hace también que a menudo la interpretación de esta doctrina, por parte del hombre, no sea más que una “acomodación” a sus propios intereses, sentires y quereres. Partir del hombre significaría una relación vital con la Sagrada Escritura y las enseñanzas de la Iglesia. La pobreza, si bien no es una tendencia natural del hombre, es en cambio una consecuencia, en todo cristiano sincero, una necesidad imprescindible para el crecimiento de Dios que habita en nosotros y el desarrollo del amor.
La pobreza es apertura total del hombre a Dios, Dios se entrega en la medida de la apertura del hombre.
SEGUNDA JORNADA: 19 de noviembre
Ponencia de la Comunidad de Las Condes: Análisis crítico del desarrollo y subdesarrollo en América Latina y sus implicaciones socio-estructurales para la comunidad monástica.
Con la lectura de Santiago 2, 14 fijó el Hermano Martín Correa el marco dentro del cual se desarrollarla su tema.
Después de sugerir que un trasfondo histórico común parece ser la raíz que unifica el proceso de desarrollo en América Latina, pasó a señalar el cuadro negativo que presenta el desarrollo latinoamericano en la realidad actual, tanto en lo económico, como en lo social, político y cultural. Definió esta situación como un estancamiento o retroceso socio-económico, a pesar de los esfuerzos por industrializar e invertir capitales extranjeros; y puntualizó que cunde la convicción de que sin reformas estructurales profundas del sistema imperante el desarrollo es impracticable.
Pasó luego a intentar una interpretación del desarrollo diagnosticándolo como un proceso de cambio global, que persigue la igualdad de oportunidades sociales, culturales, económicas, etc., eliminando así toda dependencia servil.
Recalcó la posición del Magisterio eclesiástico con relación al desarrollo y subdesarrollo destacando los puntos sobre el tema contenidos, principalmente, en los Documentos de Medellín y en la Populorum Progressio.
En resumen, el desarrollo es el nuevo nombre de la paz y el nuevo nombre del desarrollo vendría a ser la liberación.
En una segunda parte presentó el papel que desempeñan los religiosos en el proceso del desarrollo. Los religiosos están llamados a combatir las raíces del proceso de alienación humana. Y son tres los grandes mitos a los cuales el hombre ha rendido, a lo largo de la historia, un culto alienante: el ORO, el EROS y el EGO.
El testimonio evangélico de los religiosos se dirige a desmitizar estas raíces de toda alienación
- frente al mito del oro, de la riqueza: una pobreza evangélica;
- frente al mito del eros: una castidad fecunda, la buena nueva del amor verdadero;
- frente al mito del ego, del poder: una obediencia dispuesta a todo sacrificio en pro del bien común.
Enumeró luego las tareas propuestas por la Asamblea de CLAR de 1969 a los religiosos; en resumen son las siguientes:
- Un testimonio de los valores del reino en pobreza (n. 97)
- Dedicación al servicio de los pobres (n. 100)
- Crítica profética en favor de los pobres.
- Acción concientizadora y animadora de la promoción.
En una aplicación más concreta, el Hno. Martín propuso las siguientes tareas como específicas de los monjes:
- Una especial y manifiesta dedicación a Dios a través de la oración.
- Un pensamiento y una práctica del trabajo.
- Una reflexión y una práctica de la vida comunitaria.
- La presentación de un modelo de vida equilibrada.
Debate sobre la Exposición
Para la discusión del tema, el Hermano Martín Correa habla preparado 24 preguntas agrupadas bajo los siguientes títulos:
a. Conciencia del problema (1-6)
b. ¿Alienación o autenticidad? (7-11)
c. Repercusión estructural (12-18)
d. Consecuencias para la tarea religiosa y monástica (19-24)
La discusión se realizó en tres grupos cuyas conclusiones se reducen a lo siguiente:
Respecto a la conciencia del problema, todos los monasterios tienen, al menos, la suficiente información de lo social y del desarrollo y subdesarrollo latinoamericano. Los jóvenes son los que más vibran por la situación actual.
En cuanto a la preocupación por la liberación, se reconoce a ésta como un problema muy vasto y de muchas facetas. Cada monasterio tendrá que ver qué le toca realizar en particular, ya se trate de liberación espiritual, cultural, psicológica o material. La juventud muestra una particular inclinación hacia la liberación material del continente.
Se debe cuidar el equilibrio de las tensiones entre la función propia y esencial de cada monasterio y los problemas urgentes que la situación del lugar exigen. Existe el peligro de caer en el extremo de una dedicación absorbente en detrimento de la vida monástica.
Toca al monje como tarea primordial, realizarse en la liberación espiritual frente al misterio de iniquidad en participación con el Misterio Pascual de Cristo.
En cuanto a la formación en lo social de los futuros monjes, se hizo constar la necesidad de iniciar ya en el noviciado algún cursillo intenso y serio acompañado de otros estudios afines, v.g. psicología; pero todo esto con mucho tacto evitando caer en un “sociologismo” al que ya los mismos jóvenes tienen cierta alergia.
Respecto a las Consecuencias para la tarea religiosa y monástica, hubo dos tendencias que, más que oponerse, se complementaban. La idea central de la primera de ellas es la siguiente:
El monje responderá al problema del desarrollo y subdesarrollo latinoamericano si realiza plenamente en sí mismo la CONVERSIÓN:
- Conversión de la mente por una concientización a fin de pensar la verdad de los otros.
- Conversión del corazón por una purificación de nuestros visibles y secretos compromisos con los tres mitos señalados por el expositor, oro, eros, ego.
- Conversión de la existencia, de lo que se ve, a fin de que ella muestre mejor a Cristo.
El segundo grupo opinó que ante el hecho de que los monasterios tienen bienes, es importante sentir la responsabilidad que tales bienes nos confieren en cuanto a la obligación de trabajarlos y usarlos para el bien de los demás. Esta situación de hecho no debe tenerse por definitiva.
Como medidas concretas se enumeraron: concientizar nuestras comunidades mediante una información más amplia recurriendo, inclusive, a conferencias por parte de técnicos de autoridad indiscutible. Y además, concientizar hacia afuera, a través de una vida seria y de trabajo.
Para juzgar si nuestro recurso a Dios se hace por “religiosidad” o para ser interpelados por Dios, se respondió hay un índice exterior que podría ser el ¿cómo reaccionamos ante las personas extremistas, de cualquier tendencia que sean, que vienen al monasterio? Ver si hay apertura o si, por el contrario, existe una autodefensa y agresividad frutos de una “religiosidad de escudo”.
A esto se agregó que el verdadero contemplativo es hombre de paz y de gran “sentido del humor” porque habiendo palpado los extremos se da cuenta de la desproporción.
- Colaboración de la Paternidad de la Virgen de los Pobres: Desarrollo y vida monástica.
Al comenzar la sesión de la tarde de esta segunda jornada, el Hno. José Kasser planteó en una breve exposición la siguiente pregunta: ¿Es posible, en el contexto social de América Latina, que los monjes participen del desarrollo? Su respuesta fue afirmativa, pero destacó que el verdadero problema estaría en el modo de participación.
Después de señalar que para que el hombre pueda llegar a desarrollarse íntegramente, necesita desarrollar sus posibilidades físicas, intelectuales, afectivas, espirituales, religiosas y sociales -lo que exige medios correspondientes- puntualizó que en el desarrollo, el papel especifico de la Iglesia, consiste en dar a comprender que los valores de la promoción humana son relativos a un valor superior y absoluto, que es Dios y “la meta del desarrollo del hombre es el Cristo Pascual, imagen del Dios invisible” (Documento de Medellín, p. 94).
La manera de lograr ese desarrollo no puede ya ser igual al de otros tiempos. Hoy la Iglesia no es tutora de una civilización que ella misma ha organizado. El papel de la Iglesia de hoy no es el de organizar, sino el de servir. Su influencia no puede ser otra que la de la levadura en la masa. Por eso, la presencia de la Iglesia de hoy, dada su situación concreta, es determinante en su manera de trabajar en el desarrollo, trabajo que será humilde, discreto y de servicio.
En el caso de los monjes ¿sería para ellos el desarrollo únicamente un asunto de oración o también una realidad de participación dentro de los límites de su propia vocación?
El texto de Medellín sobre los contemplativos (12,5) presenta el apostolado de los monjes como un testimonio y un signo, “ya que los contemplativos con su vida de fe y de abnegación invitan a una visión más cristiana del hombre y del mundo”. Apostolado discreto, no buscado, pero no por esto menos real.
Una manera de trabajo apostólico que a casi todos los monasterios les tocaría, sería colaborar al desarrollo de las personas que visitan el monasterio, algunas de éstas son, con frecuencia, extremadamente subdesarrolladas bajo el punto de vista cristiano. Ayudarles a descubrir la verdadera dimensión del amor a Dios y al prójimo, sería una manera muy positiva de participar en el desarrollo, sin descontar por esto el testimonio de una vida sencilla y de unión con Dios por la oración y el trabajo.
- Cuadernos Monásticos
La Conferencia monástica quiso aprovechar la presente ocasión como así también la presencia de la Directora de Cuadernos Monásticos, Sor Ma. Cándida Cymbalista, para manifestar su común acuerdo en mantener la revista que ha sido hasta el presente un verdadero vínculo de unión y medio de expresión de nuestro monaquismo.
A tal fin aprobó un reglamento para la misma, que comprende los siguientes rubros: objetivos, redacción, administración, canjes y recensiones.
Confirmó para completar el trienio como Directora de la revista a la Hna. María Cándida y, de acuerdo con el nuevo reglamento, redujo el equipo de redacción, quedando este integrado por: P. Mauro Matthei, P. Pablo Saenz, P Antonio Ghiotto, Hno. Martín de Elizalde, Hno, Bernardo Olivera y la Hna. Ma. Eugenia Suárez.
Se confirmó a la Hna. Teresa Pagani como administradora y al Hno. Martín de Elizalde como encargado de canjes y recensiones.
La Conferencia aprobó además responsabilizarse, a partir de 1971, del 25% del costo anual de Cuadernos Monásticos, para lo cual, antes de finalizar el año 1970, la administración hará llegar a los Superiores el importe proporcional de ese porcentaje. Esto ayudará a la administración y facilitará su desenvolvimiento. Evidentemente la fijación anticipada de los gastos anuales queda abierta, en caso de necesidad, a un reajuste al término del año.
Por último se aprobó el balance y se leyeron las sugerencias de la administración como así también el posible contenido de los próximos números.
La Asamblea quiso expresar su agradecimiento a la comunidad de Santa Escolástica, en la persona de su Madre Abadesa, por todo lo que están haciendo por Cuadernos Monásticos.
TERCERA JORNADA: 20 de noviembre
- Ponencia de la Comunidad de Sta. Escolástica: La función de un monasterio en la sociedad actual de los países del Cono Sur.
La presente ponencia estuvo a cargo de la Madre Abadesa de Santa Escolástica, Mectildis Santángelo.
Para comenzar aclaró que una respuesta a la “función” a encarar por la vida monástica implica un previo análisis de la realidad latinoamericana y de la específica posición de nuestros monasterios; la primera se presenta homogénea mientras que la segunda es fuertemente pluralista. Una de las características del mundo moderno es su creciente unificación; esta integración social toma en la Iglesia la forma de comunión, ambas fundamentan en cada hombre y en cada Institución una función. Tomar conciencia de la propia funcionalidad significa una apertura en el dar y el recibir.
La función común a todo monasterio está dada por PC n. 9 y recalcada por el Papa Pablo en su alocución a las Abadesas reunidas en Italia el pasado 28-X-66: se trata de rendir a Dios un servicio humilde y noble, dentro de los muros del monasterio, en un ambiente de gozosa y fraterna caridad.
La función especifica sería la misma función común pero circunstanciada por el ámbito de cada monasterio, y siempre en perfecto acorde con la función especial.
Ahora bien, el monje debe cumplir su función en y a través de la Iglesia. La función de la Iglesia es triple; veamos como se traducen cada una de ellas en nuestra vida monástica:
- La función sacerdotal nos conducirá a: la vida santa, la caridad operante, la abnegación y la liturgia.
- La función profética nos llevará a la necesidad de dar testimonio.
- La función real nos conducirá al compromiso.
Esta triple función de la Iglesia debe abrir un interrogante de búsqueda en cada monasterio a fin de que los monjes lo concretemos desde nuestra vida monástica y en América Latina.
En nuestra respuesta debemos tener siempre presente que la misión que Cristo confió a su Iglesia es de orden religioso; por lo mismo, sin desentendernos del problema social que nos rodea, la colaboración más conforme con nuestra función eclesial es la de demostrar existencialmente que “el mundo no puede ser transformado ni ofrecido a Dios sin el espíritu de las Bienaventuranzas” (LG n. 44).
A continuación la Madre Abadesa pasó a analizar la triple funcionalidad del monje a la luz del Concilio Vaticano II y ofreció algunas preguntas que servirían para encauzar el debate.
Debate sobre la Exposición
A pedido de la Rda. Madre Mectildis el debate se llevó a cabo en reunión plenaria.
Si bien había un acuerdo general sobre la función común a nuestras diversas expresiones de vida monástica, según quedó expresado en la ponencia, se quisieron acentuar algunos aspectos de la misma. En una sociedad como la nuestra, sociedad en pugna y conflicto, el aspecto comunitario y fraternal del monaquismo tendría una misión de singular importancia. Tampoco se debe olvidar la gran influencia social que emana de un hombre que se ha recuperado, liberado a sí mismo mediante su apertura a la gracia; este “nuevo hombre” ejerce un apostolado interior de máxima eficacia.
Se hizo notar que la situación por la que pasa Latinoamérica hace de suma urgencia que no se convierta en un contrasigno la encarnación de los valores permanentes del monaquismo. El hecho de que nuestra realidad circundante está marcada por el subdesarrollo demandaría de parte de las comunidades monásticas una acentuación de la pobreza como parte integrante de la fe evangélica.
Por otra parte, debido a que la función monástica básica de testimonio escatológico indica el fin de toda vida humana, la vivencia auténtica de éste, que es esencial, nos pondría por sí misma en concordancia con lo más hondo del medio ambiente que rodea al monasterio. Tal vivencia de lo esencial nos haría maleables ante las circunstancias: la vivencia llevaría a la purificación del corazón, la pobreza interior y la claridad de visión; y éstas, a su vez, a la adecuada adaptación exterior.
Al término de la discusión uno de los presentes leyó una “Carta a los verdaderos contemplativos”, publicada recientemente en Informations catholiques internationales, en la que la firmante -una joven universitaria colombiana comprometida en las luchas guerrilleras- dirigiéndose a los contemplativos, en nombre de “todos los combatientes anónimos y conocidos, de todos aquellos que están empeñados en la edificación de una sociedad nuevo, les exigía: “no renuncien a su vocación; sepan esperar, atentos a los hombres, compartiendo a fondo sus búsquedas, sus éxitos y sus fracasos, sus aciertos, sus luchas; vivan según la medida de los sufrimientos y de las alegrías de los hombres, pero, No tengan miedo de realizarlo a partir de la vocación de ustedes. Buscar formas nuevas ¡Sí!, pero no rechacen lo que les es fundamental y que han recibido del Señor. El mundo lo exige de ustedes, aún sin saberlo, aún si algunas veces no lo sabe expresar claramente. El mundo lo necesita aún cuando no lo ve con claridad. Contemplativos, no se dejen guiar por falsas luces. Sean fieles a Dios, a los hombres de hoy, permaneciendo fieles a la esencia de la vocación que les pertenece”.
- Ponencia de la Comunidad de las Benedictinas de la Epifanía: Enseñanzas de la Iglesia Latinoamericana sobre la pobreza.
La armonización de varios textos recientes de la Iglesia Latinoamericana, en especial del documento de la CLAR sobre la Renovación y Adaptación de la Vida Religiosa en América Latina, concernientes a la pobreza, permitió a la Hna. Argentina Lenz, Benedictina de la Epifanía, hacer una breve síntesis de la enseñanza eclesial y del cuestionamiento que ésta implica para nosotros.
Para el desapego de los bienes materiales, desapego fundamentado en la exigencia ascética de necesitar cada vez de menos cosas, es una ayuda poderosa la renuncia a la propiedad privada. Esta renuncia nos lleva a hacer uso de los bienes comunes purificando así nuestro amor interesado y haciendo que los pobres tengan un puesto de predilección. El contacto con los miembros pobres de la sociedad sería una vía para descubrir formas auténticas de pobreza religiosa.
El testimonio de pobreza dado por el monasterio debe ser adecuado al lugar y al tiempo. El trabajo permitiría dar en América Latina un sano testimonio de pobreza, para esto se debe tener en cuenta que:
- los aportes económicos del trabajo de una comunidad procuran un fondo común mayor que el de los miembros de una familia;
- es más fácil conseguir trabajo recomendado debido a la mayor diversidad de aptitudes;
- el ahorro de una comunidad religiosa es mayor debido a su género de vida.
A continuación la Hna. Argentina pasó a concretar ciertos aspectos de la enseñanza de la Iglesia que, en su propia apreciación, deberían ser tenidos en cuenta: Los fondos y bienes inmuebles deberían estar al servicio de la caridad. Participación de todos en la pobreza común. En lo posible no utilizar empleados al servicio de la casa religiosa. Utilizar las instituciones de las que dispone la comunidad social en caso de enfermedad, ancianidad, estudios, etc. Ayuda de personal, solidaridad con todos.
Debate sobre la Exposición
La discusión sobre la ponencia de la Hna. Argentina Lenz se efectuó en grupo plenario. Se centró sobre el tema de la Previsión social de los religiosos; ésta no atentaría contra el testimonio escatológico de la vida, monástica y nos dispensaría de ciertas situaciones de privilegio. Hace falta una mentalización a este respecto y encarar el problema con seriedad y realismo. Se sabe que varias Conferencias Episcopales y de Religiosos ya están estudiando el tema.
Se quiso también recalcar la urgencia de la solidaridad y ayuda mutua entre nuestras comunidades monásticas, inclusive llegando a un intercambio de personal cuando las circunstancias lo demandaran.
CUARTA JORNADA: 21 de noviembre
- Ponencia de la Comunidad de Azul: Pobreza en la Regla de San Benito y en la tradición monástica.
El P. Agustín Roberts, Prior de Azul, tuvo a su cargo la presentación del tema.
Comenzó exponiendo la dinámica de la tradición benedictina, la cual consta de dos partes:
- La vida benedictina como un conjunto de medios para conducir a la experiencia personal de Dios por el amor (RB 7, 67-70).
- Los elementos históricos de cada época.
De este modo en cualquier período de la historia, la vida benedictina presentará esta doble relación: una a la experiencia de Dios y otra al genio y visión de cada cultura.
La práctica en la pobreza benedictina refleja esta dinámica. Los aspectos fundamentales establecidos por la Regla son de vigencia actual: ausencia de toda propiedad privada; valor de los bienes materiales; administración sabia de las cosas de Dios y desprendimiento total en el uso de los bienes.
La historia ha mostrado, por su parte, la relatividad de muchas expresiones de pobreza monástica. Las reformas del monacato han ido revalorizando la pobreza según las necesidades de sus tiempos. En este contexto, la reforma cisterciense del siglo XII tendría algo que decirnos en nuestros días. Se constata un paralelismo entre la situación de aquel entonces y la de hoy: personalismo; cambios de estructuras sociales, económicas; monacato institucionalizado y una vuelta a la sencillez e interioridad.
El mundo contemporáneo ha suscitado nuevas experiencias de pobreza monástica que mueven a las órdenes más antiguas a revisar sus estructuras y sus maneras de ganarse la vida a fin de no identificarse tanto con estructuras feudales o capitalistas, esto las llevarla a ir incorporando elementos del “nuevo socialismo”.
El modo concreto de llevar a cabo todo esto tendrá que ser objeto de experiencias, pero conservando siempre la triple dimensión del compromiso de pobreza benedictina:
- El estilo de vida establecido por San Benito,
- adaptado al contexto socio-cultural de cada Época y lugar, y
- personalizado por cada monje en la experiencia vivencial de Cristo pobre.
El Padre Agustín dio por terminada su charla diciendo: una auténtica pobreza en las tres dimensiones se resume en la realidad significada por la palabra “sencillez”.
Debate sobre la Exposición
El expositor dividió la asamblea en tres grupos a los que entregó un cuestionario de siete preguntas.
La primera sencillamente preguntaba si se estaba de acuerdo con la exposición; se le respondió con un unánime si.
En cuanto a la segunda, de índole mucho más práctica, cada grupo fue poniendo en común la situación del propio monasterio, se notó, en la mayoría, una gran sinceridad en reconocer que se está viviendo en estructuras capitalistas; pero, también se hizo constar que reina, por lo general, una apertura hacia la socialización.
Respecto de si la vida benedictina reclama la posesión de campos o terrenos se dijo que no; pero que esa posesión no queda excluida.
A la pregunta de si debemos tratar de practicar una pobreza más benedictina o menos benedictina; se respondió que no se puede hablar de más o menos benedictina, sino de evangélica. La pobreza benedictina como reflejo del Evangelio en lo esencial, no cambia hoy, pero tiene que adecuarse en sus formas de expresión.
La vida monástica y benedictina debe ser radical en el sentido de que es una respuesta al llamado de Dios, lo cual implica una opción excluyente de otras.
Al interrogante sobre el influjo, en la práctica de la pobreza, del concepto del monasterio como “Casa de Dios”; se respondió, al decir de la mayoría, que la sencillez no está reñida con un buen decoro y belleza. Todos estaban de acuerdo en rechazar todo tipo de “suntuosidad”.
Para contestar a la pregunta sobre otras maneras de ganarse la vida que expresen la pobreza monástica, se sugirió: trabajo asalariado acorde al tipo de vida; en vez de ser propietario, trabajar en el campo o fábrica de otro.
En esta misma materia se quisieron agregar las siguientes notas:
- Hacer notar a los monjes que los trabajos domésticos son también maneras de ganarse la vida y expresan un modo de ingresos al suprimir los egresos. Esto puede hacerse como servicio de caridad.
- Se recalcó que no es conveniente colaborar en trabajos que fomentan una sociedad de lujo y vanidad, v.g. producción de cosméticos, exquisiteces, etc.
- El trabajo debe ser equilibrado con la oración para que aquel esté al servicio de Dios y no el monje al servicio del trabajo.
- Ponencia de la Comunidad de Los Toldos: Formación y mentalización para la pobreza.
Empezó el P. Roberto Chiogna, relator del presente tema, con una introducción en la que definía y concretaba el concepto de pobreza. Llamamos aquí pobreza, dijo, a esa actitud interior por la que Cristo llama bienaventurados a cierto tipo de gente. Es ese “algo” interior y exterior que nos ha hecho reunirnos aquí para buscarlo juntos.
Recalcó luego que se trata de un don de Dios, pero que como don requiere nuestra cooperación, y una cierta ambientación que le permita desarrollarse. Por lo tanto es necesario que la Comunidad ofrezca al que llega y exija de él, un crecimiento en este carisma, y lo vaya de a poco concientizando de ese don de Dios que posee y debe vivir.
Pasó a continuación a enumerar los medios concretos a través de los cuales la Comunidad favorece este proceso en el que llega a la vida monástica, en los que ya están en ella y en los mismos que presiden.
Ante todo los medios considerados en el plano espiritual y humano:
1. Ponerse en actitud de pobreza ante Dios en la oración personal. La oración tiene que ser la actitud básica de pobreza ante Dios. Un monje satisfecho en su oración nunca será pobre, aunque se rodee de las estructuras más pobres que pueda imaginarse.
2. Llevar al que llega a la vida monástica, desde el principio, a una auténtica integración en la comunidad. A que esté dispuesto a poner en común sus riquezas humanas y espirituales.
3. Darse cuenta que se renuncia a muchas cosas, para las cuales no siempre se encontrará compensación equivalente en el monasterio.
4. La puesta en común de todo tiene su expresión mejor para el monje como individuo, en la oración comunitaria.
5. Favorecer una verdadera amistad entre el recién llegado y la comunidad.
6. El que ingresa a la vida monástica debe tener en cuenta que ingresa a una comunidad que está “en búsqueda”. De allí cierta adaptación al cambio que pueda producirse, y que quizás deba producirse.
7. La renuncia a la propiedad se funda en el servicio total al reino de Dios, de allí la libertad que da esta renuncia, la cual capacita a la entrega plena a la obra del reino. Ser pobre es sentirse libre respecto de todo: reputación, bienes materiales, tiempo.
En el plano material:
1. Ubicar al monje a través de un trabajo serio, que tenga sentido por sí mismo -productivo o de servicio- no como mero valor ascético.
2. Tomar conciencia del signo distinto que adquiere el trabajo de un monje, por el hecho de ser monje, este trabajo está llamado a ser signo de otra realidad.
3. Por medio de su trabajo relacionar al joven monje con sus hermanos con quienes trabaja; y también con el medio ambiente en el que se enraíza el monasterio.
4. Compartir entre varios la tensión producida por ciertas responsabilidades v.g. la del ecónomo.
En cuanto a la realidad y mentalización comunitaria, el Padre Roberto dijo que la comunidad debía:
1. Compartir sus riquezas -dentro y fuera de ella misma-; ya se trate de riquezas espirituales, humanas o materiales: Pan y Paz.
2. Enraizarse en el medio ambiente. Nuestro trabajo tiene un signo distinto que la mera producción o el desarrollo social. Somos ante todo testigos del Reino.
3. La oración comunitaria nos pone en actitud de pobreza ante Dios, junto a Cristo pobre, y nos hace participar a nivel comunitario de la riqueza del Reino.
Para finalizar, el Padre aclaró que la pobreza no es un don de Dios que se pueda vivir aislado, o sin relación con los demás dones. Quizás hoy la pobreza tenga una urgencia especial como signo. Esto mismo es a su vez signo de la urgencia de las otras cosas que integran y forman nuestra vida comunitaria: auténtica vida de familia, vida de oración común e individual.
Debate sobre la Exposición
La corta discusión -aunque a esta altura de la semana sería mejor llamarla diálogo, porque así fue realmente- que siguió a la ponencia del P. Roberto sacó a luz algunos puntos interesantes y aclaró otros. A continuación los reseñamos:
- En toda concientización y formación sobre la pobreza hay que poner el énfasis sobre los aspectos positivos de ésta: destacar los aspectos liberadores de la misma cuando es asumida voluntariamente. No debemos olvidar, como bien lo dijo el relator, que el pobre debe ser alegre; la alegría fruto del Espíritu es una característica del Reino. Esto no implica dejar de lado la “dura realidad” que puede llegara significar muchas veces la pobreza total, se trata de una cuestión de énfasis en la formación.
- La puesta en común de las riquezas espirituales y humanas es algo que debe ser facilitado y fomentado. Por lo que respecta a las primeras se contaron experiencias de “grupos de oración espontánea” y se subrayó la importancia que pueden llegara tener estos en nuestras, vidas, sobre todo por la aceptación que tiene esta forma de orar, especialmente entre los jóvenes.
- Se debe estar muy atento a las formas ficticias de pobreza “pobreza organizada”; a esto se suelen prestar con mayor facilidad los que vienen de una clase social más acomodada. Por otra parte, se dijo que aquel que posee verdaderamente el carisma de la pobreza nunca trata de imponerlo a otros, sino que por el contrario, lo vive y viviéndolo influye en lo oculto.
- Por último se hicieron varias sugerencias en lo tocante al problema de los ecónomos: a estos se les suele imaginar, por parte de algunos de la comunidad como también por los de afuera, como unos “personajes todopoderosos”, los que llevan la bolsa. Indudablemente que todo esto contribuye a dificultar sus delicadas tareas de servicio; hacer que varios compartan la tarea, ya sea formando un equipo o haciendo rotar este cargo entre aquellos que tienen aptitudes, sería una manera de aliviar a los ecónomos y de ir destruyendo toda falsa personalización.
JORNADA DE CLAUSURA: 23 de noviembre
Después de un día Domingo dedicado a la oración y a los intercambios personales, se volvió a reunir la Asamblea a fin de llegar a unas últimas determinaciones.
Se aprobó el temario básico para la próxima reunión: Oración monástica hoy; oración personal, oración comunitaria, la experiencia monástica de Dios. Y se decidió, ante la amable invitación de la Madre Priora Inés Martínez Echenique, que el encuentro tendría lugar en el monasterio benedictino “Santa María Madre de la Iglesia” de la vecina Uruguay en fecha aún a determinar.
Finalmente se dio lectura a un texto sintético, preparado por los secretarios con la ayuda de tres de los asistentes a esta quinta reunión. Este breve documento fue aprobado por unanimidad y se sugirió fuera enviado a los monasterios integrantes de la Conferencia bajo la forma de: “Carta a nuestros hermanos en la vida monástica”.
Es con el texto de la misma con que damos por terminado el presente informe:
A nuestros hermanos en la vida monástica:
Los días de común reflexión y vida que acabamos de pasar, nos permitieron intercambiar ideas y vivencias de aquello que nos es más propio y que la urgencia de la realidad latinoamericana nos exige con premura. Conscientes de los signos de los tiempos y de la necesidad de poner una vez más en claro el carisma de “búsqueda de Dios” que el Espíritu nos infundió al llamarnos, nos permitimos compartir con todos ustedes esta sencilla y breve reflexión.
Nuestra pobreza monástica se ubica por entero dentro de las dimensiones de la triple relación de toda persona: con Dios, con su prójimo y con la creación. Este enfoque es el mismo de las Escrituras, predicado por Cristo con hechos y palabras y especificado por nuestro Padre San Benito en su Regla para monjes.
I. En su relación personal con Dios, el hombre se encuentra separado de la comunión (koinonía) con el Padre y su Hijo por el pecado, separación que es la raíz de toda alienación. Esta ruptura interior es el estado más radical de subdesarrollo. La liberación de dicho estado por medio del misterio de la redención, es la tarea fundamental de todo cristiano y especialmente del monje. Su vida de ascesis, humildad y oración, descrita por San Benito, constituye su testimonio y compromiso básicos. Es la expresión primordial de su función sacerdotal, profética y real en la Iglesia y lo identifica con los “pobres del Señor” (anawim) que esperaban confiados al Salvador.
II. En el aspecto social, la tradición bíblica y el testimonio del propio Jesús nos muestran la preferencia de Dios por los pobres, hasta llegar a encarnarse en la condición de ellos. San Benito, por su parte, establecerá una comunidad en la que no habrá acepción de personas y en la que verá en el huésped pobre a Cristo mismo. Mas ahora el problema de la pobreza y la injusticia que ella implica ha adquirido dimensiones continentales y configura el hecho del subdesarrollo.
El subdesarrollo es un fenómeno global (económico, social, político, cultural, religioso, etc.) por el cual la inmensa mayoría de los miembros de la sociedad vive en condiciones de objeto más que de sujeto. Este hecho nos impulsa, como hombres de paz a participar en la tarea del desarrollo, dado que el nuevo nombre de la paz es el desarrollo y el nuevo nombre del desarrollo es la liberación. Creemos que nuestra tarea específica en esta liberación consiste en una existencia profética que involucra, entre otros aspectos:
- una especial y manifiesta dedicación a Dios a través de la oración, mostrando así el valor relativo de todos los medios humanos.
- una reflexión y una práctica de la vida comunitaria que busca la reconciliación y la unidad de todos los hombres.
- la presentación de un modelo de vida que busca el equilibrio del hombre, una vida orgánica en sencillez y libertad.
- solidaridad con los pobres, haciendo nuestras sus angustias y preocupaciones, evitando situaciones de privilegio y dependencia de estructuras capitalistas.
Queda a cada comunidad la aplicación concreta de lo dicho.
III. Respecto a nuestra relación con el mundo, las Escrituras nos enseñan la bondad de todo lo creado y la misión del hombre a su dominio. San Benito, acorde con esta enseñanza, nos exhorta a tratar todas las cosas como vasos sagrados y a que la casa de Dios sea sabiamente administrada. Ahora bien, el monje, a fin de seguir a Cristo, ha de renunciar a muchos de estos bienes para poner su esperanza en bienes mayores. En concreto nuestra pobreza implicará:
- el destierro de toda posesión personal con el objeto de que todos los bienes sean comunes. Esta comunidad de bienes no se detiene en los muros del monasterio, especialmente cuando los que nos rodean son muy necesitados.
- el vivir del trabajo de nuestras manos, con tribuyendo además con una reflexión sobre el valor humano y redentor del mismo.
- comunicar a las cosas que se realizan ese esplendor del orden que las hace bellas.
En resumen, deseamos revitalizar nuestro papel profético adecuándolo al hoy de Dios en esta aventura histórica que nos toca vivir.
Profetas contestatarios surgen por doquier: las injusticias son denunciadas, la situación de pecado ha sido puesta a la luz. Todo esto parece haber desencadenado un proceso que debe ser orientado.
Nuestro rol profético debería pasar así de una posición no tanto contestataria y cuestionadora como “contextualizadora” y orientadora. Los hechos que vivimos deben ser puestos en un contexto de historia salvífica.
Vigías de esta vida actual somos también profetas que indican el camino a la Vida futura. Debemos ser pregoneros de una esperanza cierta por el testimonio de una vida identificada con Cristo en Dios.
Bernardo R. García, osb
Bernardo Olivera, ocso
23 de noviembre de 1970
Crónica publicada en Cuadernos Monásticos, 16 (1971), pp. 101-138