Capítulo 12. Sobre la multitud de los demonios y la inquietud que siempre causan en el aire
La peligrosa relación con los espíritus malignos
12.1. El aire que se extiende entre cielo y la tierra está lleno de una gran cantidad de espíritus, que no vuelan en él pacífica y ociosamente; por eso la providencia divina los ha sustraído benéficamente a la humana visión. Los seres humanos, en efecto, son por completo incapaces de captar estas cosas con los ojos del cuerpo, ya que quedarían abrumados por un temor insoportable y desfallecerían a causa del terror que estos espíritus emanan, y por los horribles rostros que pueden asumir en sí mismos y en los cuales se transforman a su gusto. O también [los hombres] se harían cada día más malvados a causa de ese constante ejemplo e imitándolos, se corromperían; y así se desarrollaría entre los seres humanos y las impuras potestades del cielo una suerte de peligrosa familiaridad y una relación dañina; ya que las torpes acciones que ahora se cometen entre los hombres quedan ocultas por el cerco de las paredes, la distancia de los lugares y un cierto pudor de vergüenza.
El peligro de ver a los espíritus malvados
12.2. Si los seres humanos tuvieran una visión abierta y continua de ellos, se verían incitados a un furor más insano, y no habría un solo momento en que dejarían de ver estas maldades, puesto que ningún cansancio físico, o alguna actividad doméstica, o la preocupación por el pan cotidiano nos impulsaría a dejar de alguna forma, contra nuestra voluntad, lo que habíamos comenzado.
Capítulo 13. Sobre que las potestades adversas fomentan entre sí aquel combate con que amenazan a los seres humanos
El testimonio del profeta Daniel
13.1. Es muy cierto que [los demonios] impulsan estas acometidas violentas, con las cuales atacan a los seres humanos, aunque también se enfrentan entre sí. Del mismo modo, en efecto, en algunos pueblos, vinculados a los demonios por una cierta íntima familiaridad con la iniquidad, no cesan de promover, luchando incesantemente, discordias y conflictos. Esto lo vemos representado claramente también en la visión del profeta Daniel, cuando el ángel Gabriel le dice lo siguiente: “No temas, Daniel, porque desde el primer día en que has dispuesto tu corazón para comprender, humillándote en presencia de dios, tus palabras han sido escuchadas, y yo he venido a causa de tus palabras. Pero el príncipe del reino de los persas me ha resistido durante veintiún días. Y he aquí que Miguel, uno de los primeros príncipes, ha venido en mi ayuda, y yo permanecí allí junto al rey de los persas. Pero he venido para enseñarte lo que le sucederá a tu pueblo en los últimos días” (Dn 10,12-14).
Los arcángeles se asocian para combatir al enemigo
13.2. No hay ninguna duda que el príncipe del reino de los persas es una potestad adversaria, que favorecía al pueblo de los persas, enemiga, del pueblo de Dios y que, para impedir el beneficio que vio que se preparaba, el arcángel en respuesta al pedido que el profeta le hizo al Señor, por envidia, se opuso. De modo que no llegara a Daniel muy rápidamente el consuelo del ángel para confortar al pueblo de Dios, para el que había sido propuesto el arcángel Gabriel. Sin embargo, este último dice que no habría podido llegar junto a él por causa de la vehemencia del ataque, si no hubiera venido en su ayuda el arcángel Miguel para ayudarle a resistir al príncipe del reino de los persas, interviniendo en el conflicto y oponiéndose a él, protegiéndolo de sus ataques, haciendo así, y permitiéndole llegar a instruir al profeta después de veintiún días.
Un nuevo testimonio del profeta Daniel
13.3. Y después de un poco afirma: “Y el ángel dice: ‘¿Sabes por qué venido junto a ti? Y ahora volveré a combatir con el príncipe de los persas’. Mientras me iba, apareció el príncipe de los griegos, que estaba llegando. Pero yo te anunciaré lo que está escrito en el libro de la verdad: ‘Nadie me ayuda en todo esto, a no ser el príncipe de ustedes, Miguel’ (Dn 10,20-21 LXX)”. Y de nuevo: “En aquel tiempo surgirá Miguel, el gran príncipe, que está junto a los hijos de tu pueblo” (Dn 12,1).
Estos “príncipes” combaten entre sí
13.4. Leemos, por tanto, que del mismo modo otro [ángel] es llamado “príncipe de los griegos”, que favorece el pueblo a él sometido, pareciendo ser adverso tanto al pueblo de Israel como a las naciones de los persas. De esto se ve claramente que las discordias entre los pueblos, los conflictos, las enemistades, que las potestades enemigas fomentan incluso entre ellas con estas provocaciones, se realizan asimismo contra ellas mismas. Estas, además, se alegran de su victoria y se lamentan por sus derrotas, sin poder ponerse de acuerdo entre ellas, mientras cada una de ellas combate con una hostilidad agresiva contra su homólogo que gobierna otro pueblo, favoreciendo a aquellos que protege.
Capítulo 14. De dónde proviene que los espíritus malvados sean llamados potestades y principados
Dominaciones, principados, potestades
14.1. Además de las opiniones que ya antes expusimos, podemos ver claramente otras razones por las que estos seres son llamados principados y potestades; es claro porque dominan y están al frente de diversos pueblos, y ciertamente porque muestran el propio dominio sobre los espíritus inferiores y los demonios, de los cuales los Evangelios también atestiguan, por su misma confesión, que existen legiones (cf. Mc 5,9; Lc 8,30). Porque no podrían ser llamados dominaciones si no tuvieran alguien sobre quien ejercer el propio poder, como tampoco podrían ser llamados potestades o principados sino hubiera alguien sobre quien reivindicar su principado.
Las potencias malvadas serán destruidas
14.2. Hallamos esta designación de manera manifiesta también en el Evangelio, donde los blasfemos fariseos dicen: “Éste expulsa a los demonios en el nombre de Beelzebul, príncipe de los demonios” (Lc 11,15; Mc 3,22; Mt 12,24). Pues también leemos que son llamados: “Dominadores de las tinieblas” (Ef 6,12); y con otro título: “Príncipe de este mundo” (Jn 14,30). Sin embargo, el bienaventurado Apóstol afirma que estos grados serán eliminados en el mundo venidero[1], cuando todas las cosas le serán sometidas a Cristo; cuando “entregará, dice, el reino a Dios Padre, cuando serán destruidos todos los principados, potestades y dominaciones” (1 Co 15,24). Esto sin duda no sucederá hasta que no sean sustraídos del dominio de aquellos sobre quienes se sabe que ejercen su autoridad, en este mundo, las potestades, las dominaciones y los principados.
15. Sobre el hecho que no sin razón les fueran atribuidas a las santas y celestiales potestades los nombres de ángeles y arcángeles
15. Porque no cabe ninguna duda que los títulos no les fueron asignados sin razón a la parte buena, y estos son los nombres para indicar los oficios, los méritos y las dignidades. Y es evidente que algunos son llamados “ángeles”, o mensajeros, con el oficio de llevar mensajes; y la naturaleza del mismo nombre enseña que son llamados “arcángeles” los que son puestos al frente de los mismos ángeles. También “las dominaciones” derivan de aquello que realizan sobre alguien; “los principados” porque tienen alguien sobre quien son príncipes; y “los tronos” porque están cerca de Dios y en consecuencia son de su confianza y sus servidores, en la medida en que la majestad divina reposa de un modo peculiar sobre ellos, como en una especie de trono, y se reclina de un modo seguro en ellos.
[1] Lit.: en el futuro.