Santa Gertrudis, contemporáneo.
Antonio Montanari[1]
Resumen:
Los escritos producidos en Helfta[2] se expresan habitualmente en forma artística, marcadamente poética, a través de la cual afloran todos los contenidos culturales, religiosos y teológicos de su tiempo. Por tanto, si se quiere comprender adecuadamente el pensamiento en ellos elaborado, se deben tener en cuenta los símbolos y las metáforas con los que se interpretaban el mundo terreno y ultraterreno. Así, la propuesta de estas páginas es releer algunas imágenes y temáticas eclesiológicas presentes en el Legauts divinae pietatis, especialmente las del claustro y el paraíso, a través de las cuales Gertrudis transmite algunos rasgos esenciales de su eclesiología.
Premisa
El corpus de obras producidas por las monjas de Helfta es paradigmático de un ambiente culto y refinado, y prueba, al mismo tiempo, los múltiples vínculos que ligaban a la comunidad con otros lugares de cultura teológica y el impacto de sus escritos fuera del monasterio[3].
Es habitual señalar que dichos escritos han sido evaluados bajo el aspecto litúrgico, lo que confiere al conjunto una impronta marcadamente benedictina. Sin embargo, el hecho de que el Legatus divinae pietatis se compone principalmente de los relatos de las visiones de Gertrudis, ha llevado a algunos estudiosos a interrogarse sobre su veracidad, es decir, si efectivamente tuvieron lugar, o si se trata simplemente de ficciones literarias. Esta última hipótesis estaría justificada por el hecho de que, en aquel tiempo, no siendo permitido a las mujeres desarrollar tarea teológica alguna, las monjas de Helfta habrían debido recurrir al dispositivo de las visiones para difundir su mensaje espiritual, atribuyéndose para ello la autoridad de un encargo divino.
Personalmente encuentro no del todo correcto este modo de plantear la cuestión. En efecto, no se debe olvidar que al lector moderno no le es accesible la experiencia de Gertrudis en cuanto tal, sino simplemente un texto, que debe ser indagado con todos los instrumentos de los que se dispone, para una adecuada interpretación. Así pues, con respecto a los escritos de Helfta, se debe decir que están entretejidos en la trama de todos los contenidos culturales, religiosos y teológicos de su tiempo, sin olvidar que presentan una forma artística, marcadamente poética, que no puede pasarse por alto. Es, de hecho, gracias a los sonidos, las imágenes y sus peculiares formas de decir, que estos escritos transmiten una experiencia que, de otro modo, hubiera quedado confinada al silencio. Sin embargo, estos textos no se reducen solamente a ser tramas a descifrar, sino que ofrecen la forma de un estilo capaz de estimular incluir la fe y la teología, la vida y la reflexión, la experiencia y el lenguaje.
Ahora, teniendo en cuenta estas premisas, trataré de releer algunas imágenes y temática eclesiológicas presentes en las páginas del Legatus divinae pietatis.
1. El tema de la nupcialidad, dentro de una eclesiología «elitaria»
Desde siempre la vida contemplativa ha pretendido identificarse con el punto más íntimo de la Iglesia. En la reflexión monástica medieval, ello ha llevado a la reinterpretación, en referencia a cada comunidad monástica particular, de grandes temas bíblicos que los Padres aplicaban en cambio, a toda la realidad eclesial[4].
En realidad, esta intuición no surgió de improviso, sino que había sido preparada por la misma tradición precedente. Los autores patrísticos, de hecho, ya habían formulado el principio según el cual, lo que en la Sagrada Escritura se dice de la Iglesia, vale también para el creyente individual. Así, si bien es cierto que para Orígenes la esposa del Cantar representaba a la Iglesia[5], no es menos cierto que él mismo introdujo una gran novedad en la interpretación del poema bíblico, destinada a obtener con el tiempo un gran éxito: la así llamada lectura “psicológica” de este texto, que percibía a través de los dos protagonistas, la aventura del Verbo y el alma cristiana. De ahí a Ambrosio, por tanto, un asiduo lector de los escritos origenianos, habría bastado un solo paso, para arribar a la conciencia de que algunos mecanismos que presiden a la constitución de la Iglesia pueden ser aplicados también al alma. «Ecclesia vel anima» (La Iglesia o el alma), gustaba de repetir el obispo de Milán, fundiendo en una las interpretaciones psicológica y eclesiológica propuestas por el Alejandrino[6]. Luego, siglos más tarde, con Gregorio Magno -mediador entre la doctrina de los Padres y el Medioevo- esta intuición se habría hecho aún más explícita, hasta encontrar su síntesis en una fórmula continuamente retomada en los monasterios: «Ecclesia vel quaelibet fidelis anima» (La Iglesia o cualquier el alma fiel)[7] . Sin embargo, todavía un último paso ha precedido y anticipado la experiencia de Gertrudis, y es la exégesis bernardiana del Cantar, que debe ser entendida -como he tratado de mostrar- no como una novedad absoluta, sino como el éxito de un camino que había sido gradualmente preparando y que en el siglo XII ha encontrado el terreno propicio para su más fecundo desarrollo.
Es importante recordarlo, porque tal vez se ha atribuido a san Bernardo una concepción eclesiológica “elitaria”, que, a sus ojos, habría restringido los horizontes de la realidad eclesial únicamente a la comunidad monástica de Clairvaux; y que, gracias a su autoridad, se habría difundido rápidamente a los demás monasterios[8].
Se puede tomar un ejemplo que ilustra la perspectiva bernardiana del tercer sermón In vigilia Nativitatis (para la vigilia de Navidad), en el cual el abad contempla a la Iglesia Esposa, que tiene consigo la prudencia del Espíritu Santo, su Dios, y sobre cuyo seno reposa el Amado. De ella afirma Bernardo que: «Sin duda ella es la que hirió su corazón y sumergió el ojo de su contemplación en el abismo de los secretos de Dios, para hacer así una perenne mansión para Él en su corazón, y para sí misma en el corazón de Él»[9].
La genialidad de esta interpretación está en haber intuido en el Cantar de los Cantares, lo que no se habría podido encontrar en otro lugar de las Escrituras, para expresar la relación de Dios con el alma cristiana. La celebración del amor entre los dos protagonistas, contenía ya también, de hecho, su tendencia al infinito, y, por lo tanto, el amor místico. Pero precisamente ante este texto, es importante tener en cuenta que la exégesis del Cantar que practica el abad de Clairvaux, no es más que el éxito de un proceso de lectura que ya había predispuesto la tradición patrística. Tal interpretación por otro lado, no sorprende, si se piensa que su predicación estaba habitualmente reservada a los miembros de la comunidad y respondía al deseo de los monjes de apropiarse, a través de la experiencia, de cuanto ya conocían por la fe.
A Bernardo se debe además un modo convergente de leer la Escritura que, tomando la reflexión de los Padres, la revitalizaba con originalidad, orientándola generalmente hacia el amor carnalis Christi (el amor carnal a Cristo). Este procedimiento le permitía prestar atención, sobre todo, a las vías por las cuales el affectus humano, distorsionado por el pecado podía ser orientado de nuevo hacia Dios[10]; intuyendo que precisamente gracias a la mediación de los misterios de la vida del Salvador, podía mantenerse viva en el corazón del monje la memoria de su Pasión, mientras que las citas y las imágenes del Cantar, contribuían a reavivar con acentos apasionados, los sentimientos de una ternura típicamente medieval[11].
[1] Antonio Montanari es docente de Historia de la Espiritualidad y de Historia de la Hermenéutica Bíblica en la Facultad Teológica de la Italia Septentrional (Milán) y de Historia de la Espiritualidad Antigua, en el Centro de Estudios de Espiritualidad de la misma Facultad del cual es también Director. Ha escrito estudios sobre temas de espiritualidad y de exégesis patrística y medieval.
[2] Continuamos publicando aquí la traducción íntegra de las actas del Congreso: «SANTA GERTRUDE LA GRANDE, “DE GRAMMATICA FACTA THEOLOGA”. Atti del Convegno organizzato da Istituto Monastico della Facoltà di Teologia Pontificio Ateneo Sant’Anselmo, Roma, 13-15 aprile 2018. A cura di Bernard Sawicki, O.S.B., Ruberval Monteiro, O.S.B., ROMA 2019», Studia Anselmiana 178, Pontificio Ateneo S. Anselmo, Roma 2019. Agradecemos el permiso de Studia Anselmiana. Tradujo la hna. Ana Laura Forastieri, OCSO. Cfr. el programa del Congreso en: http://surco.org/content/congreso-santa-gertrudis-grande-grammatica-facta-theologa
[3] Cfr. B. J. Nemes, Text Production and Authorship: Gertrude of Helfta’s Legatus divinae pietatis, en E. Andersen – H. Lähnemann – A. Simon (edd.), A Companion to Mysticism and Devotion in Northern Germany in the Late Middle Ages, Brill, Leiden – Boston 2014, 103-130.
[4] Cfr. H. De Lubac, Exégèse médiévale. Les quatre sens de l’Écriture, t. 2, Aubier, Paris 1959, 571-575.
[5] En la primera homilía sobre el Cantar de los Cantares, Orígenes pone en labios de la esposa esta expresión: «Ego Ecclesia, ego sponsa, ego sine macula» [Yo soy la Iglesia, yo la esposa, yo la sin mancha] (Orígenes, In Cantica canticorum, hom. 1,7); en la segunda, se lee de modo aún más explícito: «Ecclesia, quae haec loquitur, nos sumus, de gentibus congregati» [La Iglesia de la que hablamos, somos nosotros, congregados de entre los gentiles] (Orígenes, In Cantica canticorum, hom. 2,3).
[6] De este modo, el obispo de Milán abre un nuevo camino, delineando la espiritualidad del creyente individual en su relación con el Verbo: «Anima iusti est sponsa Verbi» [La esposa del Verbo es el alma de los justos] (San Ambrosio de Milán, In Ps. CXVIII 6,8). Cfr. E. Dassmann, “Ecclesia vel anima”. Die Kirche und ihre Glieder in der Hoheliederklärung bei Hippolyt, Origenes und Ambrosius von Mailand, en Id., Ausgewählte kleine Schriften zur Patrologie, Kirchengeschichte und christlichen Archäologie, G. Schöllgen, Aschendorff (eds.), Münster 2011, 7-25; Id., La sobria ebbrezza dello spirito. La spiritualità di S. Ambrogio vescovo di Milano, Sacro Monte-Varese 1975 (en especial pp. 153-219, dedicadas al descubrimiento ambrosiano sobre el Cantar de los Cantares).
[7] Gregorio Magno, Homiliae in Hiezechielem 2,4,15. Cfr. H. de Lubac, Esegesi medievale, vol. 2, 209-211.
[8] B. Calati, «L’esperienza di Dio in san Bernardo», Vita Monastica 193 (1993) 111-142: 119.
[9] Cfr. Bernardo di Clairvaux, In Vigilia Nativitatis 3,1; versión en español: Gregorio Diez Ramos, osb (ed.), Obras completas de San Bernardo, tomo I, BAC, Madrid 1953, 240.
[10] B. McGinn, Storia della Mistica cristiana in Occidente. Lo sviluppo (VI-XII secolo), Marietti, Genova-Milano 2003, p. 414.
[11] Se pueden ver, a este respecto, los siguientes estudios: S. F. Chen, «Bernard’s Prayer before the Crucifix that Embraced Him. Cistercian and Devotions to the Wounds of Christ», Cistercian Studies Quarterly 29 (1994) 23-54; A. Montanari, “Crux amorem parit”. La mistica della Passione in Aelredo di Rievaulx, en I. Biffi – C. Marabelli (edd.), Figure del pensiero medievale, vol. 3: Il mondo delle scuole monastiche. XII secolo, Jaca Book – Città Nuova, Milano 2010, 247-252.