Santa Gertrudis, estampa recordatoria de la Parroquia Santa Gertrudis de Cosmópolis, San Pablo, Brasil, año 1918.
Francisco Asti[1]
5.1. Veneración a la siempre tranquila Trinidad
De la lectura de los restantes libros (III-V) podemos observar[2] que la expresión “fúlgida y siempre tranquila Trinidad” se usa en forma escasa. Por ejemplo, en el Libro III está presente junto a otra expresión: “siempre adorable Trinidad”. La redactora de este texto utiliza frecuentemente esta última modalidad literaria, más cercana a los textos litúrgicos. En cambio, en el Libro II, la palabra “adorable” aparece una sola vez[3]. Gertrudis expresa, en este caso, la acción de gracias por haber recibido el beso de la Santísima Trinidad, que es adorable en su mutuo amor. La confrontación con la expresión presente en el Libro III permite afirmar que hay un cambio de escritura entre Gertrudis y una monja cuyo nombre se desconoce. En el capítulo X del Libro III aparece en latín “supervenerandae Trinitatis” (adorabilísima Trinidad o Trinidad digna de toda veneración), que resulta una variante del “semper”. Se quiere afirmar que el obsequio humano a la Trinidad debe ser total y completo. Así, la monja suplicaba a todos los santos que ofrecieran sus plegarias a la fúlgida y siempre tranquila Trinidad, para la reparación de sus imperfecciones[4]. En el mismo texto aparecen las dos expresiones, subrayando la belleza de la Trinidad en sí misma y el obsequio debido por la creatura.
Todavía la monja escritora describe a Gertrudis como un pequeño carboncito que es irrigado por el agua que brota de las llagas de Jesús. Esta brasa se prende de nueva vida y se vuelve un árbol presentado a la adorable Trinidad, que se inclina sobre él, ofreciéndole dones[5]. En esta semejanza, Dios Padre, con su omnipotencia, hizo aparecer todos los frutos que esta alma podría producir, si solo siguiera Su voluntad. También el Hijo y el Espíritu Santo hicieron aparecer de forma semejante otros frutos referidos a la sabiduría y el amor.
Vuelve la expresión “fúlgida y siempre tranquilla Trinidad” en la invocación a la Virgen María, saludada como cándido lirio de la Trinidad[6]. Los tres pétalos que componen la flor representan la omnipotencia, la sabiduría y la bondad de las tres Personas divinas. La Virgen María ha participado más que toda otra creatura de la plenitud de la virtud de la Santísima Trinidad. La autora, para indicar tal participación, utiliza tanto el adjetivo “pleno” como “digno”. En el libro IV, en la fiesta de la Anunciación tiene una visión de tres arroyos que surgían con ímpetu del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo y desembocaban en el corazón de la Virgen María. Este influjo había permitido a la Virgen María llegar a ser “la más potente después del Padre, la más sabida después del Hijo y la más llena de amor, después del Espíritu Santo”[7]. Recitando la oración del Ave María, los fieles sienten renovar en su corazón todos los beneficios que han sido producidos por el misterio de la Encarnación. Mientras Gertrudis experimenta que la Virgen María es la creatura más cercana al misterio trinitario, Tomás de Aquino expresará teológicamente esta experiencia, cuando afirma que: “Cuanto más se acerca algo a una causa, tanto más recibe sus efectos”[8]. El comentador de santo Tomás, Cayetano, volverá sobre el asunto exclamando que la maternidad divina toca los confines de la divinidad”[9].
El Señor Jesús presenta a Gertrudis su corazón como una lámpara porque la ve muy triste. Le dirige palabras de ánimo y afirma que su corazón es el órgano de la adorable Trinidad: “Aquí te presento mi Corazón, órgano dulcísimo de la adorable Trinidad, a fin de que tú le puedas pedir con confianza, que supla todas tus deficiencias”[10]. Quien ora intensamente contempla la adorable Trinidad, como en espejo muy terso[11]. Esta enseñanza se refiere a los grados de oración en forma ascendente: de la oración vocal y meditativa, a la oración contemplativa y estática. El hombre experimenta la contemplación mediante un ejercicio continuo de oración, donde no faltan las dificultades, pero la gracia de Dios viene y sostiene los esfuerzos de la creatura, por lo cual el espejo se vuelve cada vez más pulido. La monja escritora subraya que, al recibir la Sagrada Comunión, Gertrudis percibió en su alma como un limpio cristal de luz purísima. La divinidad de Jesucristo resplandecía en su alma, realizando todas las operaciones para que fuera cada vez más luminosa, para alabanza y gloria de la Santísima Trinidad[12].
En los Libros IV y V las expresiones trinitarias estudiadas se suceden en una trama que evoca fuertemente el clima litúrgico y contemplativo de la entera comunidad de Helfta. Con ocasión de la Navidad, Gertrudis saludó la infinita potencia de Dios Padre, la insondable sabiduría del Hinojo y la inefable bondad del Espíritu Santo. Con dodo su corazón, con toda su mente y con todas sus fuerzas se volvió al Dios Uno en su Trinidad y a la Trinidad en su Unidad. Se inclinó para adorar a la fúlgida y siempre tranquila Trinidad. Cada acción espiritual y material de Gertrudis debía llegar a la ser una alabanza a la adorable Trinidad[13]. En la fiesta de la Purificación de la Virgen María conoció por inspiración divina que cada miembro de la Iglesia realiza buenas obras para ofrecerlas purificadas y ennoblecidas a la adorable Trinidad[14]. Con ocasión de la fiesta de san Benito, Gertrudis contempló al santo que estaba ante la presencia de la fúlgida y siempre tranquila Trinidad. El santo era objeto de la delicia de todos los bienaventurados, por su santidad[15].
Las expresiones usadas indican el curso de la oración que Gertrudis realiza junto a su comunidad monástica[16]. La oración es el centro vital de la monja, por lo cual, eleva alabanzas y acciones de gracias a la Trinidad, para incrementar la perfección de la Iglesia. En la fiesta de la Santísima Trinidad, la escritora transcribe la oración que evidentemente recitaba toda la comunidad, poniéndola en boca de Gertrudis: “Gloria a ti, soberana, excelentísima, gloriosísima, nobilísima, dulcísima, fulgida, siempre tranquila e inefable Trinidad, deidad Una e igual, antes de todos los siglos, ahora y siempre”[17]. La meditación del texto sagrado conduce a una plena conciencia de lo que el Señor está realizando en el corazón y en la mente de Gertrudis. Quien escribe desea delinear cómo esta mujer coopera con la gracia que Dios ha derramado abundantemente en su corazón. No se subraya el aspecto extraordinario de los dones recibidos, sino más bien, la cotidianidad en la que la monja vive. Sus días están permeados por la oración personal y comunitaria. Se confronta con la Palabra de Dios, que ofrece la liturgia, para examinar su vida en comunidad. La contemplación está unida fuertemente a la dimensión moral. En los libros IV y V emerge el ejercicio de las virtudes, porque la vida de Gertrudis se observa desde un punto de vista diverso del que lo hace ella misma. La escritora trata de penetrar la experiencia de esta mujer, haciendo emerger el proceso de crecimiento humano y espiritual. Es una monja que se encamina por las vías de la interioridad. Las enseñanzas útiles para tal fin, le son dadas por Dios mismo y por el ejemplo de los santos, magisterio viviente de la Iglesia. El calendario litúrgico no solo ilumina los días del monasterio de Helfta, sino que es experiencia de testimonio veraz de la unión con la Santísima Trinidad.
La escritora hace notar que la experiencia de contemplación, con los dones de las visiones y locuciones, acontece en plena comunión eucarística. La presencia de la Trinidad se manifiesta abiertamente en el desarrollo de la oración litúrgica, allí donde el sacrificio redentor de Jesucristo se eleva al Padre con el Espíritu Santo, en unión al que Gertrudis misma ofrece, por la purificación de su vida. En todos los libros el centro de la manifestación trinitaria es la mesa eucarística. No es una excepción observar a los místicos en su íntima participación en la Santa Eucaristía. Es precisamente la unión con Jesús oferente, que muestra el corazón, el camino que lleva a la unión trinitaria. Gertrudis y la comunidad de Helfta viven esta dimensión mística de los sacramentos. No solo la oración comunitaria ayuda a la meditación personal, sino que la intensa comunión que experimenta a monja durante la misa, favorece el conocimiento amoroso de la Santísima Trinidad.
Otro ejemplo de mística sacramental se tiene en la Missa Devota[18] presente en el conjunto de los escritos atribuidos a Gertrudis y a una monja escritora. El punto de partida para describir cada momento litúrgico de la misa está dado por el estado interior de la monja: se sentía interiormente revuelta y lloraba. El Señor, queriendo consolarla, le dice que Él mismo celebrará la Misa para ella. El origen de este escrito es una visión estática, en la cual el Señor Jesús celebra en el cielo su amor al Padre en el Espíritu Santo. La imagen mística de la Misa evoca el valor sacramental de la vida de la gracia. La experiencia de los sacramentos es fundamental, porque Gertrudis, a través de ellos, experimenta la gracia divina. La contemplación de la Santísima Trinidad, de la humanidad de Jesucristo y de la Virgen María, están favorecidas por la intensa participación en la vida sacramental de la Iglesia. Los místicos cristianos viven la belleza de los sacramentos, y en particular, de la Eucaristía, para sumergirse en el amor trinitario. También Gertrudis, al concluir la Misa, contempla, junto con sus ángeles y santos, a la fúlgida y siempre tranquila Trinidad.
Continuará
[1] Francisco Asti es sacerdote, Profesor ordinario de Teología y Decano de la Pontificia Facultad de Teología de la Italia Septentrional Santo Tomás, Consultor teólogo de la Congregación para las Causas de los Santos y Párroco del Santísimo Redentor, en Nápoles.
[2] Continuamos publicando aquí la traducción íntegra de las actas del Congreso: “SANTA GERTRUDE LA GRANDE, “DE GRAMMATICA FACTA THEOLOGA”. Atti del Convegno organizzato da Istituto Monastico della Facoltà di Teologia Pontificio Ateneo Sant’Anselmo, Roma, 13-15 aprile 2018. A cura di Bernard Sawicki, O.S.B., Ruberval Monteiro, O.S.B., ROMA 2019”, Studia Anselmiana 178, Pontificio Ateneo S. Anselmo, Roma 2019. Agradecemos el permiso de Studia Anselmiana. Tradujo la hna. Ana Laura Forastieri, OCSO. Cfr. el programa del Congreso en: http://surco.org/content/congreso-santa-gertrudis-grande-grammatica-facta-theologa
[3] Santa Gertrudis, Le rivelazioni, L. II, XXI, 138. Gertrude d’Helfta, Le Héraut, L. II, XXI, 4, 18.
[4] L. III, X, 174. Gertrude d’Helfta, Le Héraut, L. III, X, 1, 13; 19-20.
[5] L. III, XVIII, 197. Gertrude d’Helfta, Le Héraut, L. III, XVIII, 5, 20.
[6] L. III, XIX, 211. Gertrude d’Helfta, Le Héraut, L. III, XIX, 3, 23-26.
[7] L. IV, XII, 63. Gertrude d’Helfta, Le Héraut, L. IV, XII, 4, 6-9.
[8] Santo Tomás de Aquino, Summa Theologica, III, q. 27, a. 5.
[9] Cayetano, Commentarium, II-II, q. 103, a. 4, ad 2.
[10] Santa Gertrudis, Le rivelazioni, L. III, XXV, 216. Gertrude d’Helfta, Le Héraut, L. III, XXV, 1, 8.
[11] L. III, XXX, 236. Gertrude d’Helfta, Le Héraut, L. III, XXX, 25, 5.
[12] L. III, XXXVII, 253. Gertrude d’Helfta, Le Héraut, L. III, XXXVII, 1, 34-39.
[13] L. IV, II, 14-16. Gertrude d’Helfta, Le Héraut, L. IV, II, 4, 1-5.
[14] L. IV, IX, 52. Gertrude d’Helfta, Le Héraut, L. IV, IX, 2, 15.
[15] L. IV, XI, 59. Gertrude d’Helfta, Le Héraut, L. IV, XI, 1, 5.
[16] Santa Gertrudis, Le rivelazioni, L. IV, XII, XVII; XXV; XXIX; XXXIX; XLI; XLVIII; L; LI; LIII. LV. L. V, I; IV; XXVII; XXIX; XXX.
[17] L. IV, XLI, 149. Gertrude d’Helfta, Le Héraut, L. IV, XLI, 1, 5.
[18] Missa devota, en Gertrude d’Helfta, Le Héraut, L. V, 277-309.