“FULGIDA SEMPERQUE TRANQUILA TRINITAS”, INTUICIONES MÍSTICO-TEOLÓGICAS SOBRE LA TRINIDAD EN SANTA GERTRUDIS (VII)

Santa Gertrudis, Capilla de la misión de Santa Gertrudis la Magna, municipio de Ensenada, Baja California, Estados Unidos.

Francisco Asti[1]

5. Fúlgida y siempre tranquila Trinidad (cont.)

La lucha espiritual se entabla contra las potencias del mal[2]. Introduce así [Gertrudis] un argumento mítico-teológico muy interesante, relativo a la permisión de Dios con respecto a ciertos creyentes, para purificar más aún su propia existencia[3]. La lección genuina de Gertrudis se vale del episodio de Job para releer la propia experiencia de prueba, en la cual el sujeto agente es la Santísima Trinidad, que permite una tal lucha. No se trata de una tentación que lleva a hacer el mal, sino más bien un ser tentado sobre aquello que se tiene como más preciado, la propia relación con Dios. San Juan de la Cruz a este propósito afirma que la permisión divina tiene por fin volver más pura el alma del creyente. Se trata de una purificación pasiva, en la cual obra externamente el enemigo. El alma, después de haber enfrentado estos asaltos “viene a gozar de una admirable y deliciosa contemplación espiritual, a veces tan elevada que no se puede expresar. Así, el horror antecedente procurado por el maligno ha refinado mucho el espíritu haciéndolo apto para recibir este bien, puesto que las visiones espirituales pertenecen más a la otra vida que a ésta, y son tales, que una dispone para la otra”[4]. Su finalidad es la de hacer gustar en plenitud la presencia consoladora y confirmadora de la Santísima Trinidad.

También el teólogo místico G. B. Scaramelli da el mismo consejo: “El asedio diabólico es propio de las almas que Dios quiere purificar y levantar a una gran perfección, muchas veces a mayor perfección de la que ya tienen; pero no es propio de estas almas la posesión diabólica”[5]. Scaramelli afirma que Dios no permite que la prueba supere las propias fuerzas, por lo cual, los ataques del enemigo son causados también por pecados presentes en los siervos de Dios, por mínimos que sean: “Algunos pecados de aquellos grandes siervos de Dios, que, aunque no eran pecados graves, sino solo ligeros, no obstante, en personas de tanto mérito, eran considerables. Y Dios que hacerles conocer con un castigo tan atroz, cuanto le hubieron disgustado, a fin de que ellos, y otros a vista de su ejemplo, aprendan a temer tales culpas”[6]. Gertrudis comprende que para realizar la conformación a Jesucristo compadeciendo con él, tiene necesidad de ejercitarse en las virtudes, adhiriendo a la voluntad de Dios, en todo y para todo. Entonces la lucha no será impar, sino que será compartida, porque el creyente tiene consigo las armas de la virtud, y cuenta como modelo con Cristo mismo. La armadura para resistir las insidias del diablo es dada por Dios. El combate prevé que tengan coraza, escudo, yelmo y espada, para defenderse y para salir ilesos de la prueba (cf. Ef 6,10-20). Gertrudis contempla a la Trinidad en relación con las dificultades que pueden surgir, no solo de la naturaleza frágil de la creatura, sino también de los asaltos del enemigo. Solo con la perfecta configuración a Jesucristo se pueden repeler los varios obstáculos, por lo cual, la monja comprende que la tranquilidad y la luminosidad de la Trinidad se transmiten al creyente cuando ha superado las trabas aún presentes en su vida.

Continuará