Santa Gertrudis, Basílica de Sonntagberg, región baja de Mostviertel, Austria.
Francisco Asti[1]
4. De la experiencia mística a la reflexión teológica (cont.)
Gertrudis hace experiencia del Dios Trinidad[2] y describe esta experiencia de un modo que le es afín: la escritura narrativa. Es precisamente a través de este medio, que una experiencia subjetiva se transforma en una reflexión teológica, que puede ser útil a cualquier lector que quiera vivir en plenitud su relación con Dios. La teología se vuelve así narración de lo que Dios obra en el corazón del creyente. No es un hablar de Dios, sino más bien un hablar con Dios, lo que capta la atención de los lectores que son invitados a vivir, a través de la vivencia mística de Gertrudis, la presencia de la Santísima Trinidad. Anselmo de Aosta muestra el proceso de la experiencia espiritual como conocimiento experimental de Dios: cómo ésta es ciencia en el sentido pleno del término, porque produce una nueva visión de sí mismo, del mundo y de Dios. Es una producción teológica, porque proviene de la experiencia del Espíritu Santo, que hace vivir, en el tiempo y en el espacio, un barrunto de la comunión interna con la Santísima Trinidad[3].
En su carta sobre la Encarnación del Verbo, Anselmo afirma precisamente que, la acción del Espíritu Santo en el corazón del creyente predispone a éste a recibir la visita de las Personas divinas. Vivir según el Espíritu produce un dinamismo interior que se manifiesta en el día a día, con opciones decisivas para la propia santificación. Una conciencia nueva y más profunda proviene de la relación íntima y personal que se instaura con Dios[4]. La fe ayuda a este tipo de experiencia, porque favorece la escucha y hace capaz al hombre de acoger a Dios. El conocimiento experimental de Dios no concierne solo a la esfera intelectual, sino que comprende la totalidad del hombre, en cuanto que, en su relación con el Altísimo, el creyente es solicitado en todas sus dimensiones, desde la sensorial a la afectiva y cognitiva. Se puede decir que Anselmo quiere señalar la conciencia experimental como ápice de la teología misma, en cuanto que pasa del estudio del texto sagrado, a la contemplación del Dios cristiano.
También Gertrudis expresa esta fundamental realidad de la fe cristiana. La escucha de la Palabra de Dios forma al creyente a abrir su mente y su corazón a la presencia transformante de Dios. La experiencia directa y personal con Dios puede acontecer en la propia historia, a partir de la realidad que nos circunda. De lo que es sensible y visible, se pasa a la realidad escondida y secreta de Dios: “Las cosas invisibles de Dios pueden ser captadas por la inteligencia por medio de las cosas sensibles”[5]. Se pasa de lo visible a lo invisible. Tal pasaje es cultivado por la inteligencia creyente del hombre, que toca la presencia salvífica de Dios, en los signos de los tiempos. Para Orígenes, por ejemplo, en su Comentario al Cantar de los Cantares, la ciencia que se preocupa por este pasaje se llama enóptica, porque el hombre entra en la intimidad de Dios, a partir de la realidad creada[6]. Gertrudis subraya que la inteligencia del creyente favorece la comprensión de la realidad, como espejo en el cual se refleja la presencia trinitaria. El conocimiento experimental de Dios es una acción de la inteligencia que sabe reconocer la obra de Dios en el mundo. La contemplación tiene lugar en un primer nivel experimental, es decir de la sensibilidad del hombre, hasta alcanzar el ápice de la mente.
El conocimiento del que habla Gertrudis es de tipo sapiencial, porque la implica en una relación, que la estimula en un nivel profundo de la conciencia. El contacto inmediato con la Santísima Trinidad la sumerge en una nueva comprensión de sus facultades. Tal experiencia no es fruto de dones extraordinarios, como las visiones o locuciones, sino del toque de la divina esencia, que la hace participar de su familiaridad. Exclama que es feliz, la experiencia de quien contempla a Dios mismo en su realidad más íntima. No hay palabras para describir la unión con Dios, experimentada en la pobreza de la propia persona:
“¿Qué más puedo decir de esta dulcísima visión si así puedo llamarla? Porque, con toda verdad, me parece que la elocuencia de todas las lenguas no sería suficiente para describir durante toda mi vida, este modo preclaro de contemplarte, incluso en la gloria celestial. Si tu condescendencia, Dios mío, única salvación de mi alma, no me hubiera conducido hacia ella por medio de la experiencia”[7].
La unión con Dios Trinidad tiene una dimensión histórica, una valencia determinante para la cotidianidad del creyente, por lo cual Gertrudis pide a Dios experimentar frecuentemente su presencia, para poder ser de ayuda para todos los que se acerquen a ella[8].
La experiencia producida por Dios mediante su Espíritu Santo, no se refiere solo y exclusivamente a la lectura de las realidades visibles, sino que mira al alto conocimiento de quien se pierde en Dios. Así comienza la teología: presencia de Dios en el corazón y en la mente del creyente. Es precisamente experimentar esta unión, no como situación de excepción sino como experiencia de fe, que el creyente vive cotidianamente. Gertrudis es consciente de que tal conocimiento experimental no es un factor puramente humano, sino que es cooperación con la gracia de Dios. La unión no es una producción de la mente o de la voluntad humana, sino que es un don proveniente de lo alto. Dios le concede el conocimiento de su intimidad, invitándola a entrar en su amor de predilección. Los “occulta secretorum” (secretos ocultos) no son un objeto incomprensible para la mente, sino comunicaciones de Dios tan altas, que no hay palabras que puedan expresarlas. También para Juan de la Cruz el conocimiento experimental de Dios se llama secreto, “por cuanto las dichas potencias [intelecto, memoria, voluntad] no lo alcanzan, sino que el Espíritu Santo [lo] infunde y ordena en el alma, como dice la Esposa en los Cantares (2,4) sin ella saberlo ni entender cómo sea”[9]. Gertrudis indica que el objeto de tal conocimiento es una experiencia de familiaridad con Dios Trinidad: “Me manifestaste lo oculto de tus secretos juicios y de tus delicias, y derretiste tantas veces mi alma con tan delicada ternura, que, si ignorase la abismal y desbordante afluencia de tu benignidad, me sorprendería al considerar que solo a tu Madre prodigaste, por encima de toda otra criatura, el afecto de la más sublime ternura; a ella, que reina contigo en el cielo”[10]. Desde la perspectiva teológico-experiencial, Gertrudis instruye a sus lectores sobre la realidad íntima de Dios.
Continuará
[1] Francisco Asti es sacerdote, Profesor ordinario de Teología y Decano de la Pontificia Facultad de Teología de la Italia Septentrional Santo Tomás, Consultor teólogo de la Congregación para las Causas de los Santos y Párroco del Santísimo Redentor, en Nápoles.
[2] Continuamos publicando aquí la traducción íntegra de las actas del Congreso: “SANTA GERTRUDE LA GRANDE, “DE GRAMMATICA FACTA THEOLOGA”. Atti del Convegno organizzato da Istituto Monastico della Facoltà di Teologia Pontificio Ateneo Sant’Anselmo, Roma, 13-15 aprile 2018. A cura di Bernard Sawicki, O.S.B., Ruberval Monteiro, O.S.B., ROMA 2019”, Studia Anselmiana 178, Pontificio Ateneo S. Anselmo, Roma 2019. Agradecemos el permiso de Estudia Anselmiana. Tradujo la Hna. Ana Laura Forastieri, OCSO. Cfr. el programa del Congreso en: http://surco.org/content/congreso-santa-gertrudis-grande-grammatica-facta-theologa
[3] K. Rahner, Teologia dall’esperienza dello Spirito, Ed. Paulinas, Roma 1978.
[4] Anselmus, Epistola de incarnatione Verbi, I,6, in Id., Opera Omnia, vol. II, Sansaini, Romae 1940: “Nimirum hoc ipsum quod dico: qui non crediderit, non intelliget. Nam qui non crediderit, non experietur; et qui expertus non fuerit, non cognoscet. Quantum enim rei auditum superat experientia, tantum vincit audientis cognitionem experientis scientia” (Aquel que no crea esto mismo que digo aquí, no lo comprenderá. Porque aquel que no crea no hará la experiencia, y el que no haga la experiencia no lo comprenderá. Puesto que cuanto supera la experiencia al simple oído, otro tanto supera la ciencia de aquel que lo ha experimentado al conocimiento de aquel que solamente ha oído hablar). Cfr. Anselmo D’Aosta, Perché un Dio Uomo?, Lettera sull’incarnazione del Verbo, Città Nuova, Roma 2007, 185-186.
[5] L. II, VIII, 107. Gertrude d’Helfta, Le Héraut, L. II, VIII, 4, 1-2.
[6] Cf. Orígenes, Commento al Cantico dei Cantici, Città Nuova, Roma 1976, 52-53.
[7] L. II, XXI, 138. Gertrude d’Helfta, Le Héraut, L. II, XXI, 4, 1-7.
[8] Ibidem, L. II, II, 90. Gertrude d’Helfta, Le Héraut, L. II, II, 2, 7-13.
[9] San Juan de la Cruz, Noche Oscura, II, 17, 2, en Vida y Obras de San Juan de la Cruz, BAC, Madrid 1946, 840-841.
[10] L. II, XXIII, 144. Gertrude d’Helfta, Le Héraut, L. II, XXIII, 8, 4-12.