Inicio » Content » LOS EJERCICIOS ESPIRITUALES DE SANTA GERTRUDIS. PRINCIPIOS LITÚRGICO-SACRAMENTALES PARA VIVIR EN PLENITUD LA UNIÓN CON LA SANTÍSIMA TRINIDAD (II)

Santa Gertrudis la Grande, estatua de yeso, anónima, hacia 1900-1920.

Francisco Asti[1]

1. Principios litúrgicos y sacramentales para vivir la unión con la Santísima Trinidad

El deseo de una vida santa[2] mueve a Gertrudis a proponer algunas reflexiones litúrgicas y sacramentales para profundizar su propia vocación, en vistas de la posesión del Reino eterno. Esta intención se afirma desde el inicio del camino espiritual: renacer en Dios con una vida nueva y por lo tanto, recibir una nueva infancia espiritual[3]. Gertrudis llama a su libro “Ejercicios”, porque se propone meditar, gracias a la Liturgia y los sacramentos, en la presencia operante de Dios en la vida del creyente[4]. Las siete propuestas de reflexión tienen por finalidad reavivar la propia fe para crecer en la santidad cristiana. El término “ejercicios”, usado especialmente a partir del Humanismo, no significa en primer lugar una operación ascética del creyente para discernir sobre la calidad del propio camino espiritual, ayudado por la gracia divina, sino más bien significa vivir intensamente la unión con Dios. La dimensión contemplativa del creyente, y de modo particular de la monja, está sostenida y enriquecida por la liturgia y los sacramentos.

La unión con la Santísima Trinidad es experiencia de contemplación. Dios de hace percibir en la cotidianidad, para devolver al creyente a su origen. Se va de Dios a Dios, a través de la liturgia y los sacramentos de la Iglesia de Jesucristo. Gertrudis delinea su renacimiento espiritual y el de quienes leerán sus ejercicios, a partir de la plena conciencia de ser creaturas amadas y deseadas por Dios. El renacimiento espiritual florece gracias a una renovada relación con Dios. Podríamos hablar de una segunda conversión, en la cual, a diferencia de la expresión que usan los Padres jesuitas L. Lallemant y J. J. Surin, Gertrudis subraya más la acción del Espíritu Santo, que la hace imagen semejante del Verbo encarnado[5].

La segunda conversión corresponde a una nueva infancia, es decir a un nuevo comienzo en la relación con la Trinidad. La infancia de la cual habla Gertrudis está ligada a la dimensión mística, por la cual los pequeños entrarán en el reino de los cielos (Mt 18,1-5). Renacer de lo alto es experiencia de la pequeñez, éso que Jesús mismo indica a Nicodemo (Jn 3,1-13). Es acción el Espíritu hacer renacer al creyente del o alto, escuchando la voz de Dios que lo guía a una intensa relación familiar con Él. De este modo, el creyente no renace a una segunda vida, sino que se sumerge en la realidad de dios que le muestra su verdadera constitución. La segunda conversión conduce a un nuevo y más profundo conocimiento de Dios. Se podría decir que se adquiere una ciencia totalmente experimental, como se ve en el caso de los santos. Esta ciencia, como afirmaba Tanquerey, en su compendio de teología espiritual “nos viene de los santos, que la han vivido, más de quienes la han enseñado, puesto que está destinada a hacernos santos, explicándonos qué es la santidad y cuáles son los medios para adquirirla”[6]. La santidad del creyente será, entonces, una participación de la vida íntima de Dios, como la experimentan los santos.

Gertrudis se sitúa en la gran tradición de la espiritualidad cristiana, subrayando más la dimensión ontológica de la relación con Dios, que la dimensión moral y la psicológica que, si bien están presentes en su libro, representan solo la concretización de lo que Dios está obrando en el corazón del creyente. La monja contempla primero la obra de Dios y luego se detiene en el testimonio de fe del creyente. Siguiendo el itinerario de los Padres de la Iglesia, Gertrudis medita sobre la condescendencia divina y sobre la elevación del creyente, para que éste pueda vivir en plenitud su comunión con Dios. Dios se inclina sobre u creatura; le ofrece su gracia a través del sacrificio vespertino de Jesucristo. La empuja hacia la meta final de su existencia, donándole el Espíritu para que sea totalmente deificada. El creyente acoge la presencia trinitaria desde el bautismo y se empeña en este nuevo camino, para retornar a la verdadera patria.

El benedictino Anselmo Stolz, indicava este itinerario con una expresión ardiente: esperiencia transpsicologica[7]. De este modo se quiere subrayar el aspecto objetivo y teológico de la experiencia mística, así como la habían descrito los Padres de la Iglesia y los autores medievales. La unión con Dios es el ápice del camino de fe, que solo puede ser comprendido al interior de la gracia que Dios concede para que el creyente pueda retornar a su patria[8].

La experiencia del encuentro transformante con Dios, vivida como renacimiento e infancia, evoca la vida eterna, que también puede ser experimentada en el tiempo y en el espacio. La unión con Dios se experimenta en el día a día, en vistas a la bienaventuranza eterna. Gertrudis conjuga la contemplación con el horizonte escatológico de la fe cristiana. La contemplación de Dios es experiencia también histórica, si bien limitada por los condicionamientos internos y externos del creyente. La unión con la Santísima Trinidad es un don gratuito de Dios, que el fiel experimenta, si bien en su debilidad y limitación constitutivas. Este don es una anticipación de la vida eterna; es un gozar hoy un destello de la luz divina. Los sentidos internos y la facultad del alma son inundados de la presencia divina que con su potencia los unifica y los dirige hacia el único objeto de aprehensión cognitiva y volitiva. Así, todas las dimensiones humanas son atraídas por Dios hasta hacer percibir al creyente la realidad futura a la cual está destinado. La santidad/perfección consiste entonces, en la obtención del fin de la existencia cristiana. Tanquerey subraya esta afirmación de sabor tomista, afirmando que “toda vida tiene necesidad de perfeccionarse y se perfecciona acercándose cada vez más a su fin. La perfección absoluta consiste en la obtención de este fin, que no se logrará sino en el cielo: allí poseeremos a Dios por medio de la visión beatífica y del amor puro y nuestra vida alcanzará su pleno desarrollo”[9].

La obtención del fin es posible por la gracia de Dios que nos ayuda, sostiene y refuerza el obrar humano sin jamás disminuir la libertad del hombre. En el tiempo y en el espacio, el creyente experimenta su vida en unión con Dios como camino, itinerario, ejercicio, para que pueda desarrollarse en plenitud hoy y llegar ser perfecta en la comunión eterna con la Trinidad.

La santidad/perfección muestra el otro aspecto de la medalla, es decir la dimensión moral. No puede haber experiencia de Dios vivida en la contemplación sin un efectivo testimonio de vida. Quien goza de la presencia de Dios vive también más intensamente las relaciones humanas; se empeña en la realidad de todos los días, teniendo en corazón y la mente en Dios. Todo encuentro con la Trinidad es y continúa siendo transformante, no solo en la lectura positiva y propositiva de sí mismo, sino también en la observancia y en el actuar de manera consonante con lo que se ha vivido con Dios y en Dios. La dimensión testimonial manifiesta la belleza y la profundidad del encuentro con Dios.

Gertrudis se dirige a sus lectores, queriendo guiarlos con su experiencia personal a encontrar a Dios en una intensa participación litúrgica y sacramental. La santidad concierne a todos los creyentes que desean, empeñarse en la relación con Dios con continuidad y abnegación. Los Padres de la Iglesia habían señalado un itinerario que podría desarrollar la gracia bautismal. Para Máximo el Confesor “la Sagrada Escritura llama ‘temerosos’ a los principiantes, que en cierto modo están a las puertas del atrio divino de las virtudes. Luego, aquellos que han adquirido en alguna medida el hábito de las virtudes, en la palabra y en la conducta, los define como ‘proficientes’. En cuanto a aquellos que, en la búsqueda de la virtud según el conocimiento, han llegado a la cumbre de la verdad que manifiesta las virtudes, a estos los llama “perfectos”»[10]. Este itinerario llega a su ápice en la contemplación de la presencia de dios. La liturgia y los sacramentos comunican la gracia necesaria a cada nivel, para que el creyente pueda desarrollar todas sus potencialidades, para alcanzar la posesión de la vida eterna[11].

Gertrudis propone meditaciones que puedan ayudar al creyente a alcanzar en plenitud su propio estado de vida. No se dirige solo a sus hermanas der religión, sino que su diálogo concierne a todo aquel que desea ser perfecto y quiere recuperar la inocencia bautismal. Sus indicaciones espirituales presentan la vida íntima con Dios como experiencia que todos pueden vivir, a partir de su vida litúrgica y sacramental. La dimensión litúrgica y sacramental no se opone a la contemplación personal de la Trinidad. La oración comunitaria monástica y la experiencia mística están íntimamente unidas en las siete meditaciones que propone Gertrudis. La participación en la liturgia eucarística y los sacramentos son la fuente, para que se pueda experimentar en plenitud el encuentro personal con Dios. La vida mística cristiana se expresa como una relación con la Trinidad, vivida desde bautismo hasta la comunión eterna, en un contexto eclesial, sostenido por la participación en la Eucaristía.

Tenemos en los Ejercicios la realización del principio de los Padres de la Iglesia: lex orandi, lex credendi (se reza lo que se cree). La fórmula unitaria se traduce en un proceso pedagógico hecho de reflexiones teológicas y místicas insertas bajo la forma de plegarias que provienen de la liturgia y de su experiencia mística. De esta combinación surge una riqueza simbólica de gran efecto que empuja al lector atento a entrar en la profundidad de su relación con la Trinidad. El proceso se desarrolla desde el bautismo, como inicio del propio itinerario de fe; Gertrudis se detiene luego en el valor de la conversión a Dios y del alejamiento del pecado. La monja subraya la espiritualidad esponsal y el valor de la consagración. Añade luego su reflexión sobre la profesión monástica. El ápice está representado por la renovación del amor divino, para llegar a la alabanza y la acción de gracias. El término del proceso lo representa la reparación por los pecados y la participación en la muerte, como apertura del corazón y la mente a la realidad eterna de Dios.

Continuará

 


[1] Francisco Asti es sacerdote, Profesor ordinario de Teología y Decano de la Pontificia Facultad de Teología de la Italia Septentrional Santo Tomás, Consultor teólogo de la Congregación para las Causas de los Santos y Párroco del Santísimo Redentor, en Nápoles.

[2] Continuamos publicando aquí la traducción íntegra de las actas del Congreso: “SANTA GERTRUDE LA GRANDE, “DE GRAMMATICA FACTA THEOLOGA”. Atti del Convegno organizzato da Istituto Monastico della Facoltà di Teologia Pontificio Ateneo Sant’Anselmo, Roma, 13-15 aprile 2018. A cura di Bernard Sawicki, O.S.B., Ruberval Monteiro, O.S.B., ROMA 2019”, Studia Anselmiana 178, Pontificio Ateneo S. Anselmo, Roma 2019. Agradecemos el permiso de Studia Anselmiana. Tradujo la hna. Ana Laura Forastieri, OCSO. Cfr. el programa del Congreso en: http://surco.org/content/congreso-santa-gertrudis-grande-grammatica-facta-theologa

[3] Gertrude D’Helfta, Les exercices, I, 1-5, (Sources chrétiennes, 127) Cerf, Paris 1967; S. Gertrude la Grande, Gli esercizi spirituali, Edizioni Cantagalli, Siena 1956. Maristella dell’Annunciazione – A. Montanari (curr.), Gertrude di Helfta, Esercizi spirituali, Glossa, Milano 2006. (N. de T.: Para esta versión, las citas y remisiones se tomarán de: Gertrudis de Helfta, Los Ejercicios, Monte Carmelo, Burgos 2003, citándose: LE, seguido de número de página. Aquí: LE,1).

[4] Cf. J. Hourlier – A. Schmitt, Les exercices de Sainte Gertrude, en Gertrude D’Helfta, Les exercices, 39-44.

[5] F. Asti, La scienza sperimentale in Jean Joseph Surin, S.J., en Archivum Historicum S.I., 157 (2010) 45-87.

[6] A. Tanquerey, Compendio di Teologia ascetica e mistica, Desclée e Ci, Roma-Tournai-Parigi 1928, 7a ed., 2.

[7] A. Stolz, Teologia della mistica, Queriniana, Brescia 1940.

[8] Ibidem 163.

[9] A. Tanquerey, Compendio di Teologia ascetica e mistica, 1.

[10] San Máximo el Confesor, Capitoli vari sulla teologia e l’economia, 68, en Nicodimo Aghiorita – Macario di Corinto (curad.), Filocalia, vol. 2, Gribaudi Editore, Milano 1983, 181.

[11] F. Asti, Orazione mentale e azione liturgica. Per una visione unitaria della vita spirituale, en P. Giustiniani – C. Matarazzo (curr.), Giocare davanti a Dio. L’universo liturgico tra storia, culto e simbolo, Pontificia Facoltà Teologica dell’Italia Meridionale, sección S. Tomás de Aquino, Campania Notizie, Napoli 2006, 187-222.